"Comunicar la fe, para San Pablo -explicó el Pontífice- no significa llevar a sí mismo, sino decir abierta y públicamente aquello que vio y oyó en el encuentro con Cristo".
Por tanto, la fe vivida y no solamente proclamada es la invitación fundamental dirigida también a las comunidades cristianas de hoy. Benedicto XVI en seguida resaltó la necesidad de la confianza en dar espacio a Dios "sin miedo, con simplicidad y alegría".
Las comunidades cristianas, observó el Santo Padre,
"son llamadas a mostrar la acción transformadora de la gracia de Dios, superando individualismos, aislamientos, egoísmos, indiferencia y viviendo en las relaciones cotidianas el amor de Dios".
El ejemplo más elocuente fue dado por Jesús:
"la mirada llena de compasión por los trastornos y las dificultades de la existencia humana" y "una continua educación a curvarse sobre el hombre para conducirlo a Dios".
Justamente, continuó el Papa, "en los Evangelios vemos cómo Jesús se interesa por toda situación humana que encuentra, se introduce en la realidad de los hombres y las mujeres de su tiempo, con una confianza plena en la ayuda del Padre".
Los cristianos son llamados a identificar "las potencialidades, los deseos, los obstáculos que se encuentran en la cultura actual"
Los cristianos de hoy son llamados a identificar "las potencialidades, los deseos, los obstáculos que se encuentran en la cultura actual, en particular el deseo de autenticidad, el anhelo por la transcendencia, la sensibilidad por la tutela de la creación, y comunicar sin temor la respuesta que ofrece la fe en Dios".
Al final de la catequesis, Benedicto XVI afirmó la importancia de la familia para que sea
"un lugar privilegiado para hablar de Dios" y "la primera escuela para comunicar la fe en las nuevas generaciones".
Los padres tienen el deber de la "vigilancia" de los propios hijos para ayudarlos a
"hacer madurar una reflexión crítica en relación a los numerosos condicionamientos a los cuales son sometidos los hijos".
La audiencia de esta mañana concluyó con un apelo del Papa en la proximidad del Día Mundial del SIDA, celebrado el día 1° de diciembre, en el cual llamó la
"atención sobre una enfermedad que causó millones de muertes y trágicos sufrimientos humanos, acentuados en las regiones más pobres del mundo, que con gran dificultad pueden tener acceso a los remedios eficaces".
"En particular -continuó el Papa- mi pensamiento va para el gran número de niños que todos los años contraen el virus de sus propias madres, a pesar de existir terapias para impedirlo. Aliento a las numerosas iniciativas que, en el ámbito de la misión eclesial, son promovidas para reprimir este flagelo".
http://es.gaudiumpress.org/content/42276
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