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"Soy un hombre de armas, un soldado, scout. Paradójicamente, al único de mi especie que admiro, empuñó solamente la palabra, su técnica fue la humildad, su táctica la paciencia y la estrategia que le dio su mayor victoria fue dejarse clavar en una cruz por aquellos que amaba".

“Espíritu Santo, inspírame lo que debo pensar, lo que debo decir, lo que debo callar, lo que debo escribir, lo que debo hacer, como debo obrar, para el bien de los hombres, de la iglesia y el triunfo de Jesucristo”.

Desde La Trinchera Del Buen Combate en Argentina. Un Abrazo en Dios y La Patria.

2 de febrero de 2019

FIESTA DE "LA CANDELARIA". PRESENTACIÓN de Jesús en el TEMPLO (Lc 2, 22-25, 34-35). NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA (Fiesta de la purificación de la Virgen) PATRONA DE LAS ISLAS CANARIAS. Fiesta 02 de Febrero.

Presentación de Jesús en el Templo
LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR. TAMBIÉN CONOCIDA COMO LA PURIFICACIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN O "LA CANDELARIA".
, es una fiesta muy antigua de la Cristiandad, tal vez la más antigua de las fiestas marianas. Celebrada en Jerusalén desde el siglo IV, pasó luego a Constantinopla y finalmente a Roma, donde la encontramos en el siglo VII, asociada a una procesión que parece ser anterior a la fiesta de la Santísima Virgen.
La misa del día era precedida por una procesión en la que el pueblo llevaba antorchas o cirios encendidos (candelas), que a partir del siglo X comenzaron a bendecirse con una bendición especial, en recuerdo de Cristo, "luz para iluminar a las naciones paganas" (Lc 2, 32). Justamente la procesión de la "Candelaria" evoca la manifestación de Cristo, luz del mundo, recibido en el Templo por el anciano Simeón como el enviado de Dios.
Esta fiesta nos recuerda la Presentación del Niño Jesús en el Templo de Jerusalén por la Santísima Virgen María y San José y la ofrenda de los dos pichones de paloma que establecía la ley de Moisés para los pobres (Lc 2, 22). De esta manera, y sin tener necesidad de ello, María cumplió la Ley de Moisés en su doble faz: la de purificarse ella, a los cuarenta días del parto, pagando el tributo de las tórtolas (Lev 12, 6 ; y la de ofrecerle a Dios su Hijo primogénito, "porque todo primogénito me pertenece" (Núm 3, 1) y rescatarlo como Dios le ordenó a Moisés (Núm 18, 15). El Templo de Jerusalén, centro de la piedad israelita, al recibir a Jesús dentro de sus muros, parece irradiar con dimensiones universales. La venida del Salvador al Templo es el tema principal de la fiesta; pero el recuerdo de la Santísima Virgen se halla presente en toda ella.
Presentación de Jesús en el Templo
✠Evangelio según san Lucas 2, 22-40
Transcurrido el tiempo de la purificación de María, según la ley de Moisés, ella y José llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley: Todo primogénito varón será consagrado al Señor, y también para ofrecer, como dice la ley, un par de tórtolas o dos pichones.
Vivía en Jerusalén un hombre llamado Simeón, varón justo y temeroso de Dios, que aguardaba el consuelo de Israel; en él moraba el Espíritu Santo, el cual le había revelado que no moriría sin haber visto antes al Mesías del Señor. Movido por el Espíritu, fue al templo, y cuando José y María entraban con el niño Jesús para cumplir con lo prescrito por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios, diciendo:
“Señor, ya puedes dejar morir en paz a tu siervo,según lo que me habías prometido,porque mis ojos han visto a tu Salvador,al que has preparado para bien de todos los pueblos;luz que alumbra a las nacionesy gloria de tu pueblo, Israel”.
El padre y la madre del niño estaban admirados de semejantes palabras. Simeón los bendijo, y a María, la madre de Jesús, le anunció: “Este niño ha sido puesto para ruina y resurgimiento de muchos en Israel, como signo que provocará contradicción, para que queden al descubierto los pensamientos de todos los corazones. Y a ti, una espada te atravesará el alma”.
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana. De joven, había vivido siete años casada, y tenía ya ochenta y cuatro años de edad. No se apartaba del templo ni de día ni de noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Ana se acercó en aquel momento, dando gracias a Dios y hablando del niño a todos los que aguardaban la liberación de Israel.
Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y fortaleciéndose, se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios estaba con Él.
Presentación de Jesús en el Templo

Virgen de la Candelaria que se venera en Islas Canarias
LA PRESENTACIÓN DE JESÚS EN EL TEMPLO - CUARTO MISTERIO GOZOSO DEL SANTO ROSARIO.

Antonio Orozco Delclós
El día 2 de febrero la Iglesia contempla y celebra en su Liturgia el misterio de la Presentación de Jesús en el Templo de Jerusalén (cuarto misterio gozoso del Santo Rosario). Misterio, sí, porque acontece mucho más de lo que se ve con la sola razón y su alcance es universal: afecta a toda la Humanidad, como todos los actos de la vida de Dios Hijo, Jesucristo. Tratemos de ahondar un poco en algunos aspectos del relato de Lucas.
Y cumplidos los días de su purificación según la Ley de Moisés, lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está mandado en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor; y para presentar como ofrenda un par de tórtolas o dos pichones, según lo mandado en la Ley del Señor. Había por entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón. Este hombre, justo y temeroso de Dios, esperaba la consolación de Israel, y el Espíritu Santo estaba en él. Había recibido la revelación del Espíritu Santo de que no moriría antes de ver al Cristo del Señor. Así, vino al Templo movido por el Espíritu. Y al entrar con el niño Jesús sus padres, para cumplir lo que prescribía la Ley sobre él.." [Lc 2, 22-24]
Había entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón. Este hombre, justo y temeroso de Dios, esperaba la consolación de Israel, y el Espíritu Santo estaba en él. Había recibido la revelación del Espíritu Santo de que no moriría antes de ver al Cristo del Señor. Así vino al Templo movido por el Espíritu. Y al entrar con el niño Jesús sus padres, para cumplir lo que prescribía la Ley sobre él, lo tomó en sus brazos, y bendijo a Dios diciendo:
Ahora Señor, puedes sacar en paz de este mundo a tu siervo,
según tu palabra:
porque mis ojos han visto a tu Salvador,
al que has puesto ante la faz de todos los pueblos,
como luz que ilumine a los gentiles
y gloria ‑‑de‑ Israel, tu pueblo.
Su padre y su madre estaban admirados por las cosas que se decían acerca de él. Simón los bendijo, y dijo a María, su madre: 
Mira, éste ha sido puesto para ruina y resurrección de muchos en Israel, y para signo de contradicción y a tu misma alma la traspasará una espada‑, a fin de que se descubran los pensamientos de muchos corazones.
Vivía entonces una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era de edad muy avanzada, había vivido con su marido siete años de casada, y había permanecido viuda hasta los ochenta y cuatro años, sin apartarse del Templo, sirviendo con ayunos y oraciones noche y día. Y llegando en aquel mismo momento alababa a Dios, y hablaba de él a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.
Cuando cumplieron todas las cosas mandadas en la Ley del Señor regresaron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. "El niño iba creciendo y fortaleciéndose lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba en él.
Aquí se contempla un conjunto maravilloso de fidelidades a la Ley del Señor, en un precepto que iba a caducar en breve. En ese entonces estaba vigente. José y María, gozosos observantes de las disposiciones del Padre celestial hasta en sus menores detalles, lo cumplen. Lo que se ve, es normalidad. La Sagrada Familia sube a Jerusalén con el fin de dar cumplimiento a dos prescripciones de la Ley de Moisés: 
purificación legal de la madre, y presentación y rescate del primogénito. «Mientras la Ley exigía sólo a la madre la purificación después del parto, Lucas habla de 'los días de la purificación de ellos' (Lc 2, 22), 
tal vez con la intención de indicar a la vez las prescripciones referentes a la madre y a su Hijo primogénito. La expresión 'purificación' puede resultarnos sorprendente, pues se refiere a una Madre que, por gracia singular, había obtenido ser inmaculada desde el primer instante de su existencia, y a un Niño totalmente santo. Sin embargo, es preciso recordar que no se trataba de purificarse la conciencia de alguna mancha de pecado, sino solamente de recuperar la pureza ritual, la cual, de acuerdo con las ideas de aquel tiempo, quedaba afectada por el simple hecho del parto, sin que existiera ninguna clase de culpa.» (JPII, Au. gen., 11.12.1996)
Qué contraste, qué humildad, qué obediencia más delicada la de la Virgen Madre. Hoy lo frecuente es encontrar excusas, aunque resulten irrisorias, para no cumplir la santa ley de Dios. María y José hacen lo contrario de quienes suponen que en el año dos mil equis, la Iglesia ya no mandará ir el domingo a Misa ¡y ya no van!, sin valorar el inmenso don que están rehusando, al tiempo que desobedecen un imperativo del amor de Dios y de la Iglesia. Incluso reconociendo el valor de la ley, tendemos a pensar con frecuencia que somos casos excepcionales, que no podemos, que no debemos someternos a tales o cuales exigencias de la ley divina. Quisiéramos un estatuto personal, unas normas especiales, un menú extraordinario hecho a nuestra medida individual.
Sin embargo María, criatura realmente extraordinaria, de perfección sublime, la persona humana más excelsa, no busca salirse de lo corriente, no se avergüenza de pasar por una más, no hace el menor aspaviento, pasa inadvertida entre la muchedumbre. Porque ahí está el camino normal de santificación, ahí es donde nosotros, los normales hijos de Dios, necesitamos hallar el espejo, el ejemplo, la imagen, el molde de lo que ha de ser nuestra vida.
Simeón recibe a Jesús en el templo. Óleo de Rembrandt.
II. "UN HOMBRE JUSTO Y TEMEROSO DE DIOS..."
Aparece en escena el anciano Simeón, hombre justo cuya paciencia es a toda prueba. Hombre de esperanza inquebrantable. Hacía mucho tiempo que esperaba. Muchos años atrás, se le había dicho que no moriría hasta ver el Mesías. Los años pasaban, la vejez llegaba y el Mesías no aparecía. Pero Dios es fiel, cumple siempre su palabra. Y como premio a las virtudes teologales del anciano --fe, esperanza, amor--, es llevado por el Espíritu al templo y allí se encuentra con la Luz en sus brazos. El Espíritu Santo es Amigo, Guía, Maestro, Amor de la Trinidad, Luz de Luz, Fuego de Fuego, Sabiduría de Amor. Simeón ya puede descansar en paz. Por mucho que tarden, las promesas del Señor, siempre llegan.
Con frecuencia la paciencia se nos va. ¿Por qué Dios no castiga ya, de una vez, a los injustos y en cambio permite que sufran los justos? ¿Será que carece de compasión? La sabiduría que alcanzó Pedro con el tiempo nos remite a esa virtud que nos escasea: «No se retrasa el Señor en el cumplimiento de la promesa, como algunos lo suponen, sino que usa de paciencia con vosotros, no queriendo que algunos perezcan, sino que todos se conviertan. La paciencia de nuestro Señor juzgadla como salvación, como os lo escribió también Pablo, nuestro querido hermano, según la sabiduría que le fue otorgada...» (2 Pedro 3, 9). En efecto, Pablo nos advierte que estamos en el tiempo de la paciencia de Dios, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Dios espera, espera, espera, mientras nosotros perdemos la paciencia, porque somos listillos, sabihondos, sabelotodos, aunque no veamos más allá de un palmo de nuestra nariz. Para ser Él justo y justificar al que vive de la fe en Jesús, es por lo que Dios -y por Dios, Pablo-, esperan. Y quien espera en Él no quedará defraudado. Simeón, no ha dudado. No es el sacerdote del templo, es sencillamente un hombre santo. Y Dios le premia con la sonrisa de Dios-Niño y la luz de su mirada que ilumina el sentido de todas las cosas. Ya puede morir en paz, que no es cosa baladí. Paciencia, pues, que todo lo alcanza, sabiduría de la Madre Teresa de Jesús.
Presentación de Jesús en el Templo
III. «ALMA SACERDOTAL» DE LA VIRGEN MARÍA
Estamos en la Escuela de María, Mujer eucarística (cf. Juan Pablo II capítulo VI de Ecclesia de Eucaristía). Al presentar a Jesús en el templo, la Madre de Dios ejerce su «alma sacerdotal» (1), o, si se prefiere, el sacerdocio real, común a todos los fieles por el Bautismo y la Confirmación, que ha de hallarse ciertamente en María en modo eminente: ofrece a Jesús al Padre y Ella se ofrece entera con El, haciéndose un solo corazón, un solo espíritu con su Hijo. No estamos todavía en el Calvario ni en la Misa propiamente, pero vivimos en el Templo como un anticipo del Calvario y de la Misa. José y María ofrecen toda la vida de Jesús y las suyas propias, enteras, con sus correspondientes muertes, como podemos hacer nosotros todos los días aceptando también esa parte sustancial de nuestra existencia terrena que es la muerte, como Dios quiera, cuando Dios quiera, donde Dios quiera. Y, por supuesto, todo el haber de oración, trabajo, sacrificio, por los demás, pequeños o grandes. Así resulta el nuestro, un «sacrificio espiritual» imponente. Las vidas de Jesús, María y José, forman una unidad maravillosa, inefable… ¡sacerdotal! que cada uno de nosotros podemos imitar. Porque sacerdotal es el Pueblo de Dios, la Iglesia, y cada uno de los fieles en Gracia. Todos los días podemos tomar a Jesús, al Cristo del Misterio Pascual y ofrecerlo en nuestro propio nombre al Padre en el ejercerse la Redención que es cada Misa.
Ir a Misa, de la mano de María y de José, es revivir la Presentación de Jesús en el Templo y además, toda la existencia terrena de Cristo, con su Pasión, Muerte y Resurrección, tal como se encuentra en la Eucaristía y en el Cielo. Todo esto nos es dado. ¿Cómo no acogerlo con acción de gracias exultante, con el «espíritu del Magnificat» (cf. Juan Pablo II, EE, c. VI)
La Trinidad no es cansable, no se cansa de que le ofrezcamos todos los días lo mismo, porque es Amor, y le encanta que con amor, cada día le ofrezcamos las cosas que tenemos en las manos, aunque parezcan las mismas de ayer. También, en cierto sentido, lo hace Jesús y lo sigue haciendo todos los días por los cinco continentes, dondequiera que se celebra la Santa Misa. Aunque, Él ofreció toda su vida al Padre, de una vez por todas (cf. Hbr), por la salvación de la humanidad. Señor del tiempo, anticipó su Sacrificio, hasta la última gota de sangre, en la Última Cena y lo hace presente sobre el altar siempre que se celebra la Santa Misa. Nosotros, criaturas al fin, necesitamos volver una y otra vez a integrar nuestra vida en el Sacrificio de Cristo y ofrecer paso a paso nuestra existencia al Padre, unidos a los sentimientos de Cristo, a su acción de gracias, a su culto espiritual (Rom 12, 1), a su expiación por los pecados propios y por los del mundo entero, a su petición de gracias. La vida, muerte y resurrección de Cristo es irrepetible, sin embargo, permanece más allá del tiempo (cf. CEC, n. 1085) y se hace de nuevo presente en el tiempo, en el hoy de cada día, en nuestros altares. El Sacrificio de Cristo es el mismo, pero yo hoy puedo aportar más que ayer porque he vivido más. Tengo más que agradecer, santificar, expiar, pedir, adorar..., continuar, en lo que está de mi parte, la redención del tiempo y de la humanidad. 
«El misterio de la Presentación del Señor en el templo «se ha convertido en un modelo y fuente de inspiración» (Juan Pablo II, Hom 2-II-1982). Es luz que ilumina la vida humana. El corazón del hombre es como «un gigantesco templo del cosmos, donde el hombre ofrece sacrificios espirituales. El corazón del hombre, en virtud del misterio de la Presentación se transforma en un gran espacio cristocéntrico del espíritu creado, en el que actúa el Espíritu Santo. ¡Cuánto puede el pequeño corazón humano cuando se deja penetrar por la luz de Cristo y se convierte en el templo de la Presentación!» (Ibid.)
Altare Dei cor nostrum , nuestro corazón es un altar donde se adora, se agradece, se expía, se impetra, se ofrecen víctimas espirituales, agradables a Dios por Jesucristo. Así todo el día es «una Misa», una preparación para la siguiente o una acción de gracias de la pasada. La Presentación en el Templo es un misterio siempre actual. La Virgen no hizo ni hace otra cosa en el templo de su Corazón inmaculado, ofrecer a Jesús al Padre. Lo mismo hace José. La «Trinidad de la tierra» se ofrece a la Trinidad del Cielo, y cada fiel cristiano lo mismo. Todos los cristianos somos partícipes del sacerdocio de Cristo, según las palabras de Pedro: «Vosotros sois el linaje escogido, una clase de sacerdotes reyes, gente santa, pueblo de conquista, para publicar las grandezas de aquel que os sacó de las tinieblas a su luz admirable. Vosotros que antes no erais pueblo, y ahora sois el pueblo de Dios; que nos habíais alcanzado misericordia, y ahora la habéis alcanzado» (1 Ped 2, 9‑10; cf CP, 98; 96; 184; 120, etc.). Todos, por el hecho de haber recibido el Bautismo, y más aún con la Confirmación, somos mediadores‑lo que es el sacerdote‑ entre Dios y los hombres, para dar Dios a los hombres y los hombres a Dios. «Todos, por el Bautismo, hemos sido constituidos sacerdotes de nuestra propia existencia, para ofrecer víctimas espirituales, que sean agradables a Dios por Jesucristo (1 Petr 11, 5), para realizar cada una de nuestras acciones en espíritu de obediencia a la voluntad de Dios, perpetuando así la misión del Dios‑Hombre» (S. Josemaría, Es Cristo que pasa, 96), es decir, la Redención de la Humanidad. Todos y cada uno hemos de sabernos en todo momento corredentores con Cristo, ofreciendo lo que en cada instante de nuestra vida haya de esfuerzo o de facilidad, de grato o de ingrato, conforme al divino querer, como parte integrante del Santo Sacrificio que Nuestro Señor Jesús consumó en el Calvario y hace presente en el altar. (2)
A eso, precisamente, "vamos a Misa", a incorporarnos a Cristo y a su obra, a identificarnos con El de tal modo que podamos decir de veras, con San Pablo: ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí (Gal 2, 20). Y con El nos ofrecemos para la gloria de Dios Padre y por la salvación de todo el mundo. Por eso, la Misa es centro y raíz de la vida cristiana (Es Cristo..., 102), momento y lugar donde el sacerdocio común de los fieles encuentra su más eficaz ejercicio y su expresión sublime.
Presentación de Jesús en el Templo
IV. EL NIÑO ES LUZ
Una antífona del 2 de febrero reza así: «el anciano llevaba al Niño, el Niño guiaba al anciano». Aunque nos muramos de viejos ha de guiarnos el Niño, debemos dejarnos conducir, debemos acogerlo en nuestros brazos y que su Luz nos llene.
"Vamos en procesión, llevando en las manos las candelas: el signo de la luz que ilumina a todo hombre (Jn 1, 9).
Signo de Cristo nacido en Belén.
Signo de Cristo presentado en el templo.
Signo de contradicción (cf. Lc 2, 34)
(...) signo de Cristo crucificado y resucitado"
«No hay época -decía Juan Pablo II en 1982- en la que no se le haya contradicho. Pero -añadía- en esta contradicción se ha desvelado de nuevo cada vez la Luz para iluminar al hombre. Sus contemporáneos le infligieron la muerte, para apagar la Luz. Pero la muerte de cruz no extinguió la luz de Cristo. No fue aplastado por la losa de la tumba». Resucitó y vive. «¿No es también nuestro siglo la época de una contradicción múltiple con relación a Cristo? ¿Y precisamente en este siglo, no se revela El de nuevo como la Luz para iluminar a los hombres y a los pueblos?»
«Cuida de que tu luz no tenga parte de tinieblas». Purificación en la vida cotidiana, purificación de la memoria , del entendimiento, de la voluntad, de los sentidos. De ordinario, con y en el pequeño deber de cada momento, todos con alma sacerdotal. ¿Las mujeres también? Pregunta superflua. ¿No hemos hablado, en el fondo, del sacerdocio de la Madre de Jesús y de San José? ¿No son ellos en Cristo y por participación los mediadores eminentes? ¿No ofrece María a Jesús al Padre en nombre propio y en favor de la Humanidad? ¿No nos muestra y entrega Ella a Jesús fruto bendito de su vientre? Que no tenga la potestad de jurisdicción que recibieron los Apóstoles, no impide que sea la primera en la jerarquía del Amor en la tierra y en los cielos.
______________________
(1) Expresión muy frecuente en la catequesis oral y escrita de san Josemaría Escrivá. Cfr p.e. Amar a la Iglesia, Ed. Palabra, Madrid, 1986.; Es Cristo que pasa, 15ª ed., Ed. Rialp, Madrid 1978.
(2) Es muy interesante meditar Joseph Ratzinger.Benedicto XVI, El Espíritu de la Liturgia (Ed. Cristiandad). Por lo que se refiere a la contemporaneidad del Sacrificio de la Cruz, vd. parte II.
† Meditación diaria
2 de febrero
PRESENTACIÓN DEL SEÑOR*
Fiesta
— María ofrece a Jesús al Padre
— Iluminar con la luz de Cristo
— Jesucristo, signo de contradicción
I. De pronto, entrará en el santuario el Señor a quien vosotros buscáis, el mensajero de la alianza que vosotros deseáis: miradlo entrar...1.
Jesús llega al Templo en los brazos de María para ser presentado al Señor, como mandaba la Ley judía, cuarenta días después de su nacimiento. Solo Simeón y Ana, movidos por el Espíritu Santo, reconocen al Mesías en aquel Niño pequeño. La liturgia recoge en el Salmo responsorial las aclamaciones que, de modo simbólico, se cantaban muy probablemente a la entrada del Arca de la Alianza, Ahora tienen su más plena realidad: ¡Portones, alzad los dinteles, que se alcen las antiguas compuertas: va a entrar el Rey de la gloria!2.
Después de la circuncisión había que cumplir dos ceremonias, según mandaba la Ley: el hijo primogénito debía ser presentado al Señor y después rescatado; la madre debía purificarse de la impureza legal contraída3. En el Éxodo estaba escrito: ...y el Señor dijo a Moisés: Declara que todo primogénito me está consagrado. Todo primogénito de los hijos de Israel, lo mismo hombre que animal, me pertenece siempre. Esta ofrenda de todo primer nacido recordaba la liberación milagrosa del pueblo de Israel de su cautividad en Egipto. Todos los primogénitos eran presentados a Yahvé, y luego eran restituidos al pueblo.
Nuestra Señora preparó su corazón, como solo Ella podía hacerlo, para presentar a su Hijo a Dios Padre y ofrecerse Ella misma con Él. Al hacerlo, renovaba su fiat, su hágase, y ponía una vez más su propia vida en las manos de Dios. Jesús fue presentado a su Padre en las manos de María. Nunca se hizo una oblación semejante en aquel Templo y nunca se volvería a ofrecer. La siguiente ofrenda la hará el mismo Jesús, fuera de la ciudad, en el Calvario4.
La fiesta de hoy nos invita a entregar al Señor, una vez más, nuestra vida, pensamientos, obras..., todo nuestro ser; ofrecimiento de lo menudo de todos los días y de los acontecimientos importantes, cuando estos lleguen.
Y podemos hacer esta entrega de muchas maneras. Hoy, en esta oración podemos servirnos de las palabras de San Alfonso Mª de Ligorio, poniendo por intercesora a Santa María, como tantas veces lo hemos hecho: «También yo quisiera en este día, Reina mía, a ejemplo vuestro, ofrecer a Dios mi pobre corazón (...). Ofrecedme como cosa vuestra al Eterno Padre, en unión con Jesús, y rogadle que, por los méritos de su Hijo, y en gracia vuestra, me acepte y tome por suyo»5. A través de Santa María, Nuestro Señor acogerá una vez más la entrega de todo lo que somos y tenemos.
Virgen de la Candelaria
II. María y José llegaron al Templo dispuestos a cumplir fielmente lo que estaba establecido en la Ley. Presentaron como simbólico rescate la ofrenda de los pobres: un par de tórtolas6. Y allí les salió al encuentro el anciano Simeón, hombre justo, que esperaba la consolación de Israel. El Espíritu Santo le manifestó lo que para otros estaba oculto. Simeón tomó al Niño en brazos y bendijo a Dios diciendo: Ahora, Señor, puedes sacar en paz de este mundo a tu siervo, según tu palabra: porque mis ojos han visto a tu salvador, al que has puesto ante la faz de todos los pueblos, como luz que ilumina a los gentiles y gloria de Israel, tu pueblo. Es un canto de alegría. Toda su existencia había consistido en una ardiente espera del Mesías.
San Bernardo, en un sermón para esta fiesta, nos habla de una costumbre de antiquísima tradición, de la que tenemos otros muchos testimonios7: la procesión de los cirios encendidos. «Hoy -nos dice el Santo la Virgen María lleva al templo del Señor al Señor del templo. También José presenta a Dios no su hijo, sino el Hijo amado y predilecto de Dios; y también Ana, la viuda, lo proclama. Estos cuatro celebraron la primera procesión, que después ha de continuarse con gozo en todos los rincones de la tierra y por todas las naciones»8.
La liturgia de esta fiesta, en efecto, ha querido poner de manifiesto la vida del cristiano como una ofrenda al Señor, expresada en la procesión de los cirios encendidos que se van consumiendo poco a poco, mientras dan luz. Cristo es profetizado como la Luz que saca de la oscuridad al mundo sumido en tinieblas. La luz, en el lenguaje habitual, es símbolo de vida («dar a luz», «ver la luz por vez primera» son expresiones íntimamente ligadas al nacimiento), deverdad («caminar a oscuras» es sinónimo de ignorancia y de confusión), de amor (se dice que el amor «se enciende» cuando dos personas aprenden a quererse con más hondura...). Las tinieblas, por el contrario, indican soledad, desorientación, error... Cristo es la Vida del mundo y de todo hombre, Luz que ilumina, Verdad que salva, Amor que lleva a la plenitud... Llevar en la mano una vela encendida, en la procesión que hoy tiene lugar donde es posible antes de la Misa, es signo de estar en vela, de participar en la claridad de Cristo, de la vibración apostólica que hemos de contagiar a otros.
Sus padres se maravillaron de lo que se decía de Él. María, que guardaba en su corazón el mensaje del Ángel y de los pastores, escucha admirada la profecía de Simeón acerca de la misión universal de su Hijo: aquel Niño pequeño que sostiene en sus brazos es la Luz enviada por Dios Padre para iluminar a las naciones: es la gloria de su pueblo. Este misterio está íntimamente ligado a la ofrenda que se lleva a cabo. También nuestra participación en la misión de Cristo recibida en el Bautismo está estrechamente enlazada con nuestra entrega personal. La fiesta de hoy es una invitación a darnos sin medida, a «arder delante de Dios como esa luz, que se pone sobre el candelero, para iluminar a los hombres que andan en tinieblas; como esas lamparillas que se queman junto al altar, y se consumen alumbrando hasta gastarse»9. ¿Es así nuestra entrega al Señor?, ¿sin condiciones?, ¿sin límites? Señor, le decimos, mi vida es para Ti; no la quiero si no es para gastarla cerca de tu Vida. ¿Para qué otra cosa había de quererla?
El mismo San Bernardo nos recuerda que «está prohibido presentarse ante el Señor con las manos vacías»10. Y como nos vemos solo con cosas pequeñas para ofrecer (el trabajo del día, una sonrisa en medio del dolor, de la fatiga, el ser amables y comprensivos...), debemos hoy considerar en nuestra oración «cómo la Virgen acompaña esta ofrenda de tanto precio con otra de tan pequeño valor, como eran aquellas aves que mandaba ofrecer la Ley, para que tú de aquí aprendas a juntar tus pobres servicios con los de Cristo para que con el valor y precio de los suyos sean recibidos y preciados los tuyos (...).
»Junta, pues, tus oraciones con las suyas, tus lágrimas con las suyas, tus ayunos y vigilias con las suyas, y ofréceselas al Señor, para que lo que de por sí es de poco precio, por Él sea de mucho valor.
»Una gota de agua, por sí tomada, no es más que agua; mas lanzada en un gran vaso de vino, toma otro más noble ser y hácese vino; y así nuestras obras, que por ser nuestras son de poco valor, ayuntadas a las de Cristo se hacen de precio inestimable, por razón de la gracia que se nos da en Él»11.
Virgen de la Candelaria
III. Simeón bendijo a los padres, y dijo a María, su madre: Mira, este ha sido puesto para ruina y resurrección de muchos de Israel, y para signo de contradicción -y a tu misma alma la traspasará una espada a fin de que se descubran los pensamientos de muchos corazones12.
Jesús trae la salvación para todos los hombres; sin embargo, para algunos será signo de contradicción, porque se obstinan en rechazarlo. «Los tiempos que vivimos confirman, con particular fuerza, la verdad contenida en las palabras de Simeón. Jesús es luz que ilumina a los hombres y, al mismo tiempo, signo de contradicción. Y si ahora (...) Jesucristo se revela de nuevo a los hombres como luz del mundo, ¿no se ha convertido, hoy más que nunca, en ese signo al que los hombres se oponen?»13. Él no pasa nunca indiferente por el camino de los hombres, no pasa indiferente ahora, en este tiempo, por nuestra vida. Por eso le pedimos que sea nuestra Luz y nuestra Esperanza.
El Evangelista señala además que Simeón, después de pronunciar estas palabras, se dirigió de pronto, casi inesperadamente, a María, vinculando en cierto modo la profecía referente al Hijo con otra que se relaciona con la madre: A tu misma alma la traspasará una espada14. «Con estas palabras del anciano nuestra mirada se desplaza desde el Hijo a la Madre, de Jesús a María. Es admirable el misterio de este vínculo con el que Ella se ha unido a Cristo, ese Cristo que es signo de contradicción»15.
Estas palabras dirigidas a la Virgen anuncian que Ella habría de estar unida íntimamente a la obra redentora de su Hijo. La espada de que habla Simeón expresa la participación de María en los sufrimientos del Hijo; es un dolor inenarrable, que traspasa el alma. El Señor sufrió en la Cruz por nuestros pecados; también son los pecados de cada uno de nosotros los que han forjado la espada de dolor de nuestra Madre. Por tanto, tenemos un deber de desagravio no solo con Jesús, sino también con su Madre, que es también Madre nuestra16.
1 Primera lectura. Mal 3, 1. — 2 Salmo responsorial. Sal 23, 7. — 3 Cfr. Ex 13, 2; 12-13. Lev 12, 2-8. — 4 Cfr. F. Fernández-Carvajal, El Evangelio de San Lucas, Palabra, 5ª ed., Madrid 1988, nota a Lc 2, 22-24. — 5 San Alfonso Mª de Ligorio, Las glorias de María, 11, 6, en Obras ascéticas de..., BAC. Madrid 1952, vol. 1, p. 820. — 6 Cfr. Lc 2, 24. — 7 Cfr. Itinerario de la virgen Egeria, BAC, Madrid 1980, p. 271; A. G. Martimort, La Iglesia en oración, Herder, 3ª ed., Barcelona 1986, p. 978. — 8 San Bernardo, Sermón en la Purificación de Santa María, I, 1. — 9 San Josemaría Escrivá, Forja, n. 44. — 10 San Bernardo, Sermón, cit., II, 2. — 11 Fray Luis de Granada,Vida de Jesucristo, cap. 7. — 12 Lc 2, 34-35. — 13 K. Wojtyla, Signo de contradicción, BAC, Madrid 1979, p. 252. — 14 Lc 2, 35. — 15 K. Wojtyla, o. c., pp. 256-257. — 16 Cfr. Sagrada Biblia, Santos Evangelios, EUNSA, Pamplona 1983, nota a Lc 2, 34-35.
* A los cuarenta días del nacimiento de su Hijo, Nuestra Señora se dirigió al Templo para ofrecerlo al Señor y pagar el simbólico rescate establecido en la Ley de Moisés. Ella, con toda piedad y amor lo ofreció a Dios Padre y nos dio ejemplo de cómo ha de ser el ofrecimiento de nuestras obras a Dios, y sobre todo de nosotros mismos, en una entrega sin condiciones.
La Presentación del Hijo está unida a la Purificación de la Madre. La Virgen Santísima quiso cumplir lo que estaba dispuesto, aunque nunca en aquel Templo había entrado una criatura más pura y llena de gracia. Ambos misterios están unidos en la liturgia de la Misa. A lo largo de los siglos ha sido considerada como fiesta del Señor, como ahora, o como una fiesta mariana. Se celebraba ya en Jerusalén a finales del siglo iv. Desde allí se extendió por Oriente y Occidente, y se fijó su celebración para el día 2 de febrero.
La procesión con los cirios encendidos significa la luz de Cristo anunciada por Simeón en el Templo, Luz para iluminar a las naciones, que se propaga en cada cristiano, que ha de ser luz en el lugar donde se encuentre en medio del mundo.
Virgen de Candelaria entre Guanches, quadro del Siglo XVIII, Ermita de las Angustias, Icod de los Vinos, Tenerife, Santa Cruz de Tenerife, España
2 DE FEBRERO
16. PURIFICACION DE NUESTRA SEÑORA
- Cuarto Misterio del Santo Rosario.
- La Virgen nos presenta a Jesús, luz de las naciones, nuestra luz. Necesidad de purificar la vida.
- Ofrecer todo lo nuestro a través de Nuestra Señora. Acudir a Ella con más confianza cuanto mayores sean las flaquezas o las tentaciones.
I. La Ley de Moisés prescribía no solamente la ofrenda del primogénito, sino también la purificación de la madre. Esta ley no obligaba a María, que es purísima y concibió a su Hijo milagrosamente. Pero la Virgen no buscó nunca a lo largo de su vida razones que la eximieran de las normas comunes de su tiempo. “Piensas -pregunta San Bernardo- que no podía quejarse y decir: "¿Qué necesidad tengo yo de purificación? ¿Por qué se me impide entrar en el templo si mis entrañas, al no conocer varón, se convirtieron en templo del Espíritu Santo? ¿Por qué no voy a entrar en el templo, si he engendrado al Señor del templo? No hay nada impuro, nada ilícito, nada que deba someterse a purificación en esta concepción y en este parto; este Hijo es la fuente de pureza, pues viene a purificar los pecados. ¿Qué va a purificar en mí el rito, si me hizo purísima en el mismo parto inmaculado?"“ (1).
Sin embargo, como en tantas ocasiones, la Madre de Dios se comportó como cualquier mujer judía de su época. Quiso ser ejemplo de obediencia y de humildad: una humildad que la lleva a no querer distinguirse por las gracias con las que Dios la había adornado. Con sus privilegios y dignidad de ser la Madre de Dios, se presentó aquel día, acompañada de José, como una mujer más. Guardaba en su corazón los tesoros de Dios. Podría haber hecho uso de sus prerrogativas, considerarse eximida de la ley común, mostrarse como un alma distinta, privilegiada, elegida para una misión extraordinaria, pero nos enseñó a nosotros a pasar inadvertidos entre nuestros compañeros, aunque nuestro corazón arda en amor a Dios, sin buscar excepciones por el hecho de ser cristianos:somos ciudadanos corrientes, con los mismos derechos y deberes de los demás.
Contemplamos a María, en la fiesta de hoy, en el cuarto misterio de gozo del Santo Rosario. Vemos a María, purísima, someterse a una ley de la que estaba exenta... Nos miramos a nosotros mismos y vemos tantas manchas, ingratitudes, omisiones tan numerosas en el amor a Dios como las arenas del mar. “¡Tú y yo sí que necesitamos purificación! -Expiar, y, por encima de la expiación, el Amor. -Un amor que sea cauterio, que abrase la roña de nuestra alma, y fuego, que encienda con llamas divinas la miseria de nuestro corazón” (2) y que lo disponga para poder presentarlo a Dios a través de Santa María.
Virgen de Candelaria 
II. Inesperadamente entrará en el Santuario el Señor a quien vosotros buscáis... Será un “fuego de fundidor”, una “lejía de lavandero”: se sentará como un fundidor que refina la plata, como a la plata y al oro refinará a los hijos de Leví, y presentarán al Señor la ofrenda como es debido (3), leemos en la Primera lectura de la Misa.
“La Liturgia de hoy presenta y actualiza de nuevo un "misterio" de la vida de Cristo: en el templo, centro religioso de la nación judía, en el cual se sacrificaban continuamente animales para ser ofrecidos a Dios, entra por primera vez, humilde y modesto, Aquel que, según el profeta Malaquías, deberá sentarse para fundir y purificar (...). Hace su entrada en el templo Aquel que tenía que parecerse en todo a sus hermanos, para ser compasivo y pontífice fiel en lo que a Dios se refiere, y expiar así los pecados del pueblo” (4), como se expresa en la Segunda lectura (5). Jesucristo viene a purificarnos de nuestros pecados por medio del perdón y de la misericordia.
Esta profecía se refiere en primer lugar a los sacerdotes de la casa de Leví, y en ellos estamos prefigurados todos los cristianos que, por el Bautismo, participamos del sacerdocio regio de Cristo. Si nos dejamos limpiar y purificar, podremos presentar la ofrenda de nuestro trabajo y de la propia vida, como es debido, según había anunciado Malaquías.
Hoy es fiesta del Señor, que es presentado en el Templo y que, a pesar de ser un Niño, es ya luz para alumbrar a las naciones (6). Pero “es también la fiesta de Ella: de María. Ella lleva al Niño en sus brazos. También en sus manos es luz para nuestras almas, la luz que ilumina las tinieblas del conocimiento y de la existencia humana, del entendimiento y del corazón.
“Se desvelan los pensamientos de muchos corazones, cuando sus manos maternales llevan esta gran luz divina, cuando la aproximan al hombre” (7).
Nuestra Señora, en la fiesta de hoy, nos alienta a purificar el corazón para que la ofrenda de todo nuestro ser sea agradable a Dios, para que sepamos descubrir a Cristo, nuestra Luz, en todas las circunstancias. Ella quiso someterse al rito común de la purificación ritual, sin tener necesidad alguna de hacerlo, para que nosotros llevemos acabo la limpieza, ¡tan necesaria!, del alma.
Desde los comienzos de la Iglesia, los Santos Padres enseñaron con toda claridad su pureza inmaculada, con títulos llenos de belleza, de admiración y de amor. Dicen de Ella que es lirio entre espinas, virgen, inmaculada, siempre bendita, libre de todo contagio del pecado, árbol inmarcesible, fuente siempre pura, santa y ajena a toda mancha del pecado, más hermosa que la hermosura, más santa que la santidad, la sola santa que, si exceptuamos a solo Dios, fue superior a todos los demás; por naturaleza más bella, más hermosa y más santa que los mismos querubines, más que todos los ejércitos de los ángeles... (8). Su vida inmaculada es una llamada para que nosotros desechemos de nuestro corazón todo aquello que, aunque sea pequeño, nos aleja del Señor.
La contemplamos ahora, en este rato de oración, purísima, exenta de toda mancha, y miramos a la vez nuestra vida, las flaquezas, las omisiones, los errores, todo aquello que ha dejado un mal poso en el fondo del alma, heridas sin curar... “Tú y yo sí que necesitamos purificación!”.
“Pide al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, y a tu Madre, que te hagan conocerte y llorar por ese montón de cosas sucias que han pasado por ti, dejando -¡ay!- tanto poso... -Y a la vez, sin querer apartarte de esa consideración, dile: "dame, Jesús, un Amor como hoguera de purificación, donde mi pobre carne, mi pobre corazón, mi pobre alma, mi pobre cuerpo se consuman, limpiándose de todas las miserias terrenas... Y, ya vacío todo mi yo, llénalo de Ti: que no me apegue a nada de aquí abajo; que siempre me sostenga el Amor"“ (9).

III. Cada hombre, enseña la Sagrada Escritura, es como un vaso de barro que contiene un tesoro de gran valor (10). Una vasija de ese frágil material se puede romper con facilidad, pero también se puede recomponer sin un excesivo trabajo. Por la misericordia divina, todas las fracturas tienen arreglo. El Señor sólo nos pide ser humildes, acudir cuando sea necesario a la Confesión sacramental, y recomenzar de nuevo con deseos de purificar las señales que haya dejado en el alma la mala experiencia pasada. Las flaquezas -pequeñas o grandes- son un buen motivo para fomentar en el alma los deseos de reparación y de desagravio. Así como pedimos perdón por una ofensa a una persona querida y procuramos mostrarle de algún modo nuestro arrepentimiento, mucho mayores deben ser nuestros deseos de reparación si hemos ofendido al Señor. Él nos espera entonces con mayores muestras de amor y de misericordia. “Los hijos, si acaso están enfermos, tienen un título más para ser amados por la madre. Y también nosotros, si acaso estamos enfermos por malicia, por andar fuera de camino, tenemos un título más para ser amados del Señor” (11).
En cada momento de la vida, pero particularmente cuando no nos hemos comportado como Dios esperaba, nos dará gran paz pensar en los medios sobreabundantes que Él nos ha dejado para purificar y recomponer la vida pasada cuando sea necesario: se ha quedado en la Sagrada Eucaristía como especial fortaleza para el cristiano; nos ha dado la Confesión sacramental para recuperar la gracia, si la hubiéramos perdido, y para aumentar la resistencia al mal y la capacidad para el bien; ha dispuesto un Angel Custodio que nos guarde en todos los caminos; contamos con la ayuda de nuestros hermanos en la fe, a través de la Comunión de los Santos; tenemos el ejemplo y la corrección fraterna de aquellos buenos cristianos que nos rodean... De modo especialísimo contamos con la ayuda de Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, a la que hemos de acudir siempre, pero con mayor urgencia cuando nos sintamos más cansados, más débiles o se multipliquen las tentaciones y, sobre todo, en las caídas si, para nuestra humildad, Dios las permitiera.
Recordando la fiesta de hoy, San Alfonso Mª de Ligorio exponía con una vieja leyenda el poder de intercesión de María. Se cuenta -explica San Alfonso Mª- que Alejandro Magno recibió una carta con una larga lista de acusaciones contra su madre. El emperador, después de haberla leído, respondió: “Hay acaso alguno que ignore aún que basta una sola lágrima de mi madre para lavar mil cartas de acusación?”. Y pone el Santo estas palabras en boca de Jesús: “¿No sabe el diablo que una simple oración de mi Madre, hecha en favor de un pecador, es suficiente para que me olvide de las acusaciones que sus faltas levantan contra él?”. Y concluye: “Dios había prometido a Simeón que no había de morir antes de ver al Mesías (...). Pero esta gracia la alcanzó sólo por medio de María, porque sólo en sus brazos halló al Salvador. Por consiguiente, el que quiera hallar a Jesús, debe buscarlo por medio de María. Acudamos a esta divina Madre, y acudamos con gran confianza, si deseamos hallar a Jesús” (12). A Ella le pedimos hoy que limpie y purifique nuestra alma, y nos ponemos en sus manos para ofrecer a su Jesús y ofrecernos con Él: ¡Padre Santo!, por el corazón Inmaculado de María os ofrezco a Jesús, vuestro Hijo muy amado, y me ofrezco yo mismo en Él y por Él a todas sus intenciones y en nombre de todas las criaturas (13).
(1) SAN BERNARDO, Sermón en la Purificación de Santa María, III, 2.- (2) J. ESCRIVA DE BALAGUER, Santo Rosario, Rialp, 24 1ª ed., Madrid 1979, Cuarto misterio gozoso.- (3) Mal 3, 1-4.- (4) JUAN PABLO II, Homilía 2-II-1981.- (5) Heb 2, 14-18.- (6) Lc 2, 32.- (7) JUAN PABLO II, Homilía 2-II-1979.- (8) Cfr. PIO XII, Enc. Fulgens corona, 8-X-1953.- (9) J. ESCRIVA DEBALAGUER, Forja, n. 41.- (10) Cfr. 2 Cor 4, 7.- (11) JUAN PABLO I, Angelus 10-IX-1978.- (12) SAN ALFONSO Mª DE LIGORIO, Las glorias de María, II, 6.- (13) P. M. SULAMITIS, Oración de la Ofrenda al Amor Misericordioso, Madrid 1931.
NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA
2 de Febrero. Fiesta de la purificación de la Virgen, celebrada universalmente. 
Patrona de las Islas Canarias
Virgen de Candelaria 
Historia
No hay acuerdo sobre el año de la aparición, pero la mayor opinión es que apareció en la desembocadura del barranco de Chimisay, parroquia de Güimar, 95 años antes de la conquista de Tenerife, es decir aparecería del 1400 al 1401. Fray Alonso de Espinosa escribió la historia en 1594. 
Sobre la aparición
Iban dos pastores guanches a encerrar su ganado a las cuevas cuando notaron que el ganado se remolinaba y no quería entrar. Buscando la causa miraron hacia la embocadura del barranco y vieron sobre una peña, casi a la orilla del mar, la santa imagen la cual creyeron estar animada. Como estaba prohibido a los hombres hablar o acercarse a las mujeres en despoblado, le hicieron señas para que se retirase a fin de que pasase el ganado. Pero al querer ejecutar la acción, el brazo se le quedó yerto y sin movimiento. El otro pastor quiso herirla con su cuchillo. Pero en vez quedó herido el mismo. Asustados, huyeron los dos pastores a Chinguano, a la cueva-palacio del rey Acaymo, para referirle lo acontecido. El rey fue a ver con sus consejeros. Ella nada respondía pero nadie se atrevía a tocarla. El rey decidió que fuesen los mismos dos pastores ya heridos quienes la recogieran para llevarla al palacio. Ellos, al contacto con la imagen, quedaron sanados. El rey comprendió que aquella mujer con el niño en brazos era cosa sobrenatural. El mismo rey entonces quiso llevarla en sus brazos, pero después de un trecho, por el peso, necesitó pedir socorro. Es así que en lugar de la aparición hay hoy día una gran cruz y en el lugar donde el rey pidió socorro, un santuario a Nra. Señora del Socorro.
La llevaron a una cueva cerca del palacio del rey hoy convertida en capilla. Mas tarde un joven llamado Antón, que había sido tomado como esclavo por los españoles y había logrado escapar y regresar a su isla, reconoció en la imagen milagrosa a la Virgen María. El, habiendo sido bautizado le relató al rey y a su corte la fe cristiana que el sostenía. Así llegaron a conocer a la Virgen María como "La Madre del sustentador del cielo y tierra" y la trasladaron a la cueva de Achbinico para veneración pública.
La imagen fue robada por los españoles pero devuelta tras una peste que ellos atribuyeron al robo sacrílego. Mas tarde, cuando los españoles conquistaron la isla, la devoción ya estaba allí arraigada. En 1526 se edificó el santuario por los muchos prodigios que Dios obraba por Nuestra Señora de la Candelaria.
De Las islas canarias la devoción se propagó a América. Hernán Cortés llevaba al cuello una medalla de esta imagen. En 1826 la imagen se perdió víctima de una inundación.
-Fue declarada Patrona Principal del Archipiélago Canario por decreto de la Sagrada Congregación de Ritos el día 12 de diciembre de 1867. 
-Coronada canónicamente el 13 de octubre de 1889. 
-La basílica actual (1-2-1959)
Virgen de Candelaria 
Fuente:
http://arvo.net/santo-rosario/la-presentacion-de-jesus-en-el-templo/gmx-niv934-con11396.htm
https://es.aleteia.org/2019/02/02/la-candelaria-patrona-de-canarias-y-origen-de-su-devocion-en-america/

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