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"Soy un hombre de armas, un soldado, scout. Paradójicamente, al único de mi especie que admiro, empuñó solamente la palabra, su técnica fue la humildad, su táctica la paciencia y la estrategia que le dio su mayor victoria fue dejarse clavar en una cruz por aquellos que amaba".

“Espíritu Santo, inspírame lo que debo pensar, lo que debo decir, lo que debo callar, lo que debo escribir, lo que debo hacer, como debo obrar, para el bien de los hombres, de la iglesia y el triunfo de Jesucristo”.

Desde La Trinchera Del Buen Combate en Argentina. Un Abrazo en Dios y La Patria.

17 de junio de 2015

NUESTROS SERES QUERIDOS DIFUNTOS ESTÁN EN LAS MANOS FUERTES Y BUENAS DE DIOS (PAPA FRANCISCO). CÓMO AFRONTAR EL FALLECIMIENTO DE UN FAMILIAR

Durante la audiencia general de este miércoles (17/06/201) el Papa habló del dolor en las familias cuando fallece un ser querido
Explicó que es especialmente doloroso cuando los padres pierden a un hijo o los hijos muy pequeños a los padres. Dijo que es normal que no parezca natural y pidió que no se oculten las lágrimas.
Al mismo tiempo, aseguró que el amor es más fuerte que la muerte y explicó que los seres queridos están en las manos de Dios que volverá a dárselos a sus familiares, como hizo Jesús con el hijo de la viuda de Naím.
TEXTO COMPLETO DE LA CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO TRADUCIDA AL ESPAÑOL
"Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En el recorrido de catequesis sobre la familia, hoy tomamos directamente inspiración del episodio narrado por el evangelista Lucas, Jesús resucita al hijo de la viuda de Naín (cfr. Lc 7,11-15).
La resurrección del hijo de la viuda de Naín
Es una escena muy conmovedora, que nos muestra la compasión de Jesús por quien sufre – en este caso, una viuda que ha perdido a su único hijo – y nos muestra también la potencia de Jesús sobre la muerte.
La muerte es una experiencia que concierne a todas las familias, sin ninguna excepción. Es parte de la vida; sin embargo, cuando toca a los afectos familiares, la muerte no nos parece jamás natural.

Para los padres, sobrevivir a los propios hijos es algo particularmente desgarrador, que contradice la naturaleza elemental de las relaciones que dan sentido a la familia misma. La pérdida de un hijo o de una hija es como si detuviera el tiempo: se abre un abismo que traga el pasado y también el futuro.

La muerte, que se lleva al hijo pequeño o joven es una bofetada a las promesas, a los dones y sacrificios de amor alegremente entregados a la vida que hemos hecho nacer. Tantas veces vienen a misa en Santa Marta padres con la foto de un hijo, una hija, niño, muchacho, muchacha y me dicen: “Se fue”. La mirada es tan dolorida. La muerte toca y cuando es un hijo toca profundamente. Toda la familia queda paralizada, enmudecida.

Y algo similar sufre el niño que se queda solo, por la pérdida de un padre, o de ambos. Esa pregunta: “¿Dónde está papá?” “¿Dónde está mamá?” – Está en el cielo. “¿Pero por qué no lo veo?” Esta pregunta que cubre una angustia en el corazón del niño o la niña. Se queda solo.

El vacío del abandono que se abre dentro de él es aún más angustioso por el hecho que no tiene ni siquiera la experiencia suficiente para “dar un nombre” a aquello que ha sucedido. “¿Cuándo vuelve papá?” “¿Cuándo vuelve mamá?” ¿Qué se responde? Y el niño sufre. Y así es la muerte en familia.

En estos casos la muerte es como un agujero negro que se abre en la vida de las familias y al cual no sabemos dar explicación. Y a veces, se llega incluso a dar la culpa a Dios. Pero cuánta gente – yo los entiendo – se enoja con Dios, blasfema: “¿Por qué me has quitado el hijo, la hija? ¡Dios no está, no existe! ¿Por qué hizo esto?”

Tantas veces hemos escuchado esto. Pero esta rabia es un poco aquello que viene del corazón del gran dolor. La pérdida de un hijo o de una hija, del papá o de la mamá es un gran dolor. Y esto sucede continuamente en las familias. En estos casos, lo he dicho, la muerte es casi como un agujero.

Pero la muerte física tiene “cómplices” que son aún peores que ella, y que se llaman odio, envidia, soberbia, avaricia; en resumen, el pecado del mundo que trabaja para la muerte y la hace todavía más dolorosa e injusta.

Los afectos familiares aparecen como las víctimas predestinadas e indefensas de estas potencias auxiliares de la muerte, que acompañan la historia del hombre. Pensemos en la absurda “normalidad” con la cual, en ciertos momentos y en ciertos lugares, los eventos que agregan horror a la muerte son provocados por el odio y por la indiferencia de otros seres humanos. ¡El Señor nos libere de acostumbrarnos a esto!

En el pueblo de Dios, con la gracia de su compasión donada en Jesús, tantas familias demuestran, con los hechos, que la muerte no tiene la última palabra; y esto es un verdadero acto de fe.

Todas las veces que la familia en el luto – incluso terrible – encuentra la fuerza para custodiar la fe y el amor que nos unen a aquellos que amamos, impide a la muerte, ya ahora, que se lleve todo.

La oscuridad de la muerte debe ser afrontada con un trabajo de amor más intenso. 
  • "¡Dios mío, aclara mis tinieblas!”, es la invocación de la liturgia de la tarde. 
En la luz de la Resurrección del Señor, que no abandona a ninguno de aquellos que el Padre le ha confiado, nosotros podemos sacar a la muerte su “aguijón”, como decía el apóstol Pablo (1 Cor 15,55); podemos impedirle que nos envenene la vida, que haga vanos nuestros afectos, que nos haga caer en el vacío más oscuro.

En esta fe, podemos consolarnos unos a otros, sabiendo que el Señor ha vencido la muerte de una vez por todas. Nuestros seres queridos no desaparecieron en la oscuridad de la nada: la esperanza nos asegura que ellos están en las manos buenas y fuertes de Dios. El amor es más fuerte que la muerte.

Por eso, el camino es hacer crecer el amor, hacerlo más sólido, y el amor nos custodiará hasta el día en el que cada lágrima será secada, cuando 
  • “no habrá más muerte, ni pena, ni queja, ni dolor” (Ap 21,4).
Si nos dejamos sostener por esta fe, la experiencia del luto puede generar una más fuerte solidaridad de los vínculos familiares, una nueva apertura al dolor de otras familias, una nueva fraternidad con las familias que nacen y renacen en la esperanza. Nacer y renacer en la esperanza, esto nos da la fe.

Pero yo quisiera subrayar la última frase del Evangelio que hoy hemos escuchado. Después que Jesús trae de nuevo a la vida a este joven, hijo de la mamá que era viuda, dice el Evangelio: 
  • “Jesús lo restituyó a su madre”.
La resurrección del hijo de la viuda de Naín
¡Y ésta es nuestra esperanza! ¡Todos nuestros seres queridos que se han ido, todos el Señor los restituirá a nosotros y con ellos nos encontraremos juntos y esta esperanza no decepciona! Recordemos bien este gesto de Jesús: 
  • “Y Jesús lo restituyó a su madre”. ¡Así hará el Señor con todos nuestros seres queridos de la familia!
El hijo de la Viuda de Naím
Esta fe nos protege de la visión nihilista de la muerte, como también de las falsas consolaciones del mundo, de modo que la verdad cristiana 
  • “no corra el riesgo de mezclarse con mitologías de varios géneros cediendo a los ritos de la superstición, antigua o moderna” (Benedicto XVI, Ángelus del 2 de noviembre 2008).
Hoy es necesario que los Pastores y todos los cristianos expresen de manera más concreta el sentido de la fe en relación a la experiencia familiar del luto.
No se debe negar el derecho al llanto - ¡debemos llorar en el luto! También Jesús “rompió a llorar” y estaba “profundamente turbado” por el grave luto de una familia que amaba (Jn 11,33-37).

Podemos más bien tomar del testimonio simple y fuerte de tantas familias que ha sabido captar, en el durísimo pasaje de la muerte, también el seguro pasaje del Señor, crucificado y resucitado, con su irrevocable promesa de resurrección de los muertos.

El trabajo del amor de Dios es más fuerte del trabajo de la muerte. ¡Es de aquel amor, es precisamente de aquel amor, que debemos hacernos “cómplices” activos con nuestra fe!
Y recordemos aquel gesto de Jesús: 
  • “Y Jesús lo restituyó a su madre”
Así hará con todos nuestros seres queridos y con nosotros cuando nos encontraremos, cuando la muerte sea definitivamente vencida en nosotros. Ella ha sido vencida por la cruz de Jesús. ¡Jesús nos restituirá en familia a todos! Gracias".
(Traducción del italiano: María Cecilia Mutual - Radio Vaticano)
Fuente:
http://www.almudi.org/noticias-articulos-y-opinion/10024-como-afrontar-el-fallecimiento-de-un-familiar

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