La violaron
sus compañeros de trabajoTrabajaba duro en una empresa para costearse
los estudios. Sola en la ciudad, iba relacionándose, buscando hacer
amistades en su círculo más cercano. Por eso, un día aceptó
inocentemente la invitación a una fiesta que le hicieron sus jefes y compañeros
de oficina. Fue una decisión con consecuencias horrorosas. Esos mismos
jefes y compañeros le habían tendido una trampa: en la fiesta la
drogaron, luego la llevaron a un sitio apartado y -borrachos- la
violaron repetidamente. Como consecuencia de ello quedó embarazada.
Decidió no abortar por
sus conviccionesFiel a sus convicciones, asentadas en una
profunda religiosidad, decidió no abortar y salir adelante. Así es que
dio a luz a Alfar Antonio, que con el tiempo conocería su tan traumática
concepción y se sobrepondría apelando también a la fe. Una fe creciente que
lo llevaría a descubrir su vocación sacerdotal, ordenarse y
llegar a ser el mayor orgullo de su madre.
A cargo de dos
parroquiasLlevado por su carisma misionero, el hoy padre Alfar
Antonio Vélez vive desde hace unos años en Comodoro Rivadavia, en la provincia
de Chubut, donde tiene a su cargo dos parroquias (San Jorge y Santa María
Goretti), siendo muy valorada su labor religiosa por sus superiores.
Testimonio contra el
abortoA raíz del reciente fallo de la Corte que – al interpretar el
artículo 86 del Código Penal- determinó que todos los abortos por
violación -no sólo los de una mujer insana- son "no
punibles", decidió abandonar su discreción y contar por primera vez,
ante el pedido de Valores Religiosos, su conmovedor caso.
- ¿Cuándo y cómo se enteró de algo tan
dramático?- Primero debo decirle que la familia de mi mamá era muy
moralista y que, cuando se enteraron de que había quedado embarazada, la
obligaron a casarse con un viudo para tratar de tapar todo. Pero ese
matrimonio no funcionó porque, cuando volvió a quedar embarazada, su marido
empezó a tener una doble vida, además de que la golpeaba y se
emborrachaba. Como sus padres la presionaban para que no se separara,
decidió seguir con su marido y el hijo de ambos, pero para sobrellevar tanta
adversidad me entregó a mi abuela.
- ¿Y entonces?- Mi abuela empezó a darme
todo lo que necesitaba: alimentación, llevarme a la escuela ... y yo fui
abriéndome paso un poco por mi cuenta. Ello provocó una relación de cierta
distancia con mi madre que, al final, no pudo vivir más con su marido y le tocó
sola salir adelante con mi hermano. Un día, como mi abuela me pedía que le diga
papá a mi abuelo, le pregunté cómo podía ser él mi abuelo y mi papá a la vez.
Ello provocó una reunión con mi madre, que me contó lo que le había pasado. Que
mucha gente quería que me abortara, otras que me vendiera y otras que me
regalara. Y que, incluso, había mucha gente interesada en
mí.
- ¿Por qué ella no
quiso abortar? ¿No temía que su maternidad fuese muy traumática?- Mi
madre era una mujer de mucha fe, muy practicante y muy santa.
Ella decía que, pese a las tan terribles circunstancias, llevaba en su
seno el milagro de una nueva vida, una vida que Dios le había dado y
que, por sus convicciones, no podía abortar. Y que si Dios se la había
dado debía encontrarle el sentido. Para ella lo más duro era no poder
mostrarme un padre que me amara, que me enseñara a caminar, pero lo sobrellevaba
sintiendo que yo la llenaba totalmente. Y que, tarde o temprano, sería su
bastón. De hecho, los tres años que vivió conmigo a raíz de una larga enfermedad
hasta su muerte, en 2009, fueron para ella los años más bellos de su
vida.
- ¿Cómo fue su
reacción cuando se enteró? ¿Qué edad tenía?- Para mí fue muy duro.
Tenía apenas 10 años. Reaccioné con mucha severidad contra mi
madre. Con el paso del tiempo y de una vida muy triste, fui a la
iglesia a reclamarle a Dios, a preguntarle por qué a mí. Como
yo le hablaba a los gritos, vino un sacerdote y me dijo que estaba formulando
mal la pregunta: "No es por qué, sino para qué", señaló. Que
creía que Dios, precisamente a raíz de mi situación, me estaba llamando para
cosas grandes. En fin, me dijo que Dios escribe derecho sobre renglones
torcidos y que iba a ser un instrumento de El. Y me leyó el pasaje de
Jeremías, donde Dios lo llama, pero este se resiste y el Señor le dice:
"No te preocupes, yo haré todo por ti".
- ¿A partir de entonces su vida dio un
vuelco?- Si, aquella charla me marcó. Ese sacerdote terminó siendo
como un padre. Y fue construyendo en mí la obra de Dios porque el Señor
se vale del hombre para salvar al hombre. Empecé a valorar la vida, a
integrarme a personas de bien que valoraban mi esfuerzo para superar la
situación. Llegué a ser catequista sin darme cuenta de que Dios me
estaba preparando para elegir el sacerdocio. Alcancé a tener una novia,
aunque la relación no fue realmente seria, hasta que decidí ir al seminario,
hablé con el director espiritual y terminé confirmando mi vocación religiosa.
Comprendí que Dios había querido que mi mamá no abortara porque confiaba
en mí y anhelaba que, aunque fuese fruto de un pecado muy grave, sea su
instrumento para llegar a tantas partes con su luz, su gracia y su
amor.
-¿Tuvo asistencia
psicológica?- No. Sólo religiosa, y la amistad muy grande que entablé
con todos los sacerdotes de la parroquia.
- ¿Qué le diría a su padre si tuviera
ocasión de encontrarse con él?- Sólo lo abrazaría. Y le daría gracias
a Dios por ser mi verdadero padre y darme la oportunidad de vivir, pues sé que
los padres de este mundo son una especie de boceto, un borrador. Padre,
lo que se dice padre, solo es Dios.
- ¿Cuál sería su mensaje a la
sociedad sobre la punibilidad o no del aborto en caso de violación?-
Que volvamos a leer el Génesis, donde dice que Dios tomó barro, hizo al hombre y
le insufló aliento de vida. Dios nos creó a su imagen y semejanza. Mi
respiración es la respiración de Dios. Somos lo más bello del
mundo. Entonces, no tenemos derecho a quitarle la vida a ningún
inocente porque no tiene la culpa de cómo vino al mundo. La culpa las
tenemos aquellos que, de pronto, nos equivocamos y no hacemos la voluntad de
Dios.
- ¿Y qué palabra
tendría para una mujer que fue violada?- Le diría que Dios es el
dueño de la vida y que a ella la hizo instrumento de vida. Que la culpa
la tiene el violador, no el niño que lleva en su seno. Creo que la
decisión de abortar se acabará cuando pensemos que toda vida es un
regalo de Dios, más allá de cómo fue concebida, del dolor, o de la
alegría. El sabe por qué y con el tiempo uno va descubriendo el para
qué.
- ¿No puede llegar a
ser una carga terrible para la madre?- Para mi madre fue su
máximo orgullo haber defendido la vida. Y su máxima
satisfacción y alegría fue haber visto en mí a un hombre de bien para la
sociedad. Ella pensaba acerca de cuántos hombres y mujeres de bien se privó la
sociedad por el aborto.
-
¿Qué hubiera sido de usted sin su fe?- Siempre digo que la fe es lo
más valioso que tenemos. Y que -aunque perdamos todo- no la podemos perder.
Dios se vale de mí para hacer obras; yo soy solo su
instrumento. Y si el quiere que mi testimonio ayude a hacer recapacitar
a una persona y salve una vida, entonces esta entrevista habrá valido la
pena.
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