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"Soy un hombre de armas, un soldado, scout. Paradójicamente, al único de mi especie que admiro, empuñó solamente la palabra, su técnica fue la humildad, su táctica la paciencia y la estrategia que le dio su mayor victoria fue dejarse clavar en una cruz por aquellos que amaba".

“Espíritu Santo, inspírame lo que debo pensar, lo que debo decir, lo que debo callar, lo que debo escribir, lo que debo hacer, como debo obrar, para el bien de los hombres, de la iglesia y el triunfo de Jesucristo”.

Desde La Trinchera Del Buen Combate en Argentina. Un Abrazo en Dios y La Patria.

2 de marzo de 2012

LAICIDAD DEFINICIÓN

La laicidad ha de concebirse como la autonomía de la esfera civil y política (o del Estado) respecto de la esfera religiosa y eclesiástica (o de la Iglesia) pero “no de la esfera moral. 

Tal viene a ser precisamente la fórmula con que, digamos, se define la laicidad en el n. 6 de la Nota doctrinal, de 24 de noviembre de 2002, sobre algunas cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los católicos en la vida política, emitida por la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, de la que era a la sazón Prefecto el entonces Cardenal Ratzinger[1]

Y adviértase que la autonomía en que la laicidad consiste, la que corresponde “al César”, en lo suyo, respecto de lo específicamente religioso doctrinal, cultual, institucional, no lo es respecto de la esfera moral. 

Se trata de una salvedad fundamental y es preciso subrayarla desde el primer momento frente a quienes pretenden incluir en la esfera de lo religioso la de lo moral para, en consecuencia, sostener que también respecto de las exigencias contenidas en esa esfera moral es autónomo el Estado en virtud de su laicidad y no tiene éste, en consecuencia, por qué considerarse sujeto a ellas.

Con independencia del acierto teórico de la fórmula empleada por la citada Nota para definir la laicidad y de la autoridad que para un católico ésta revista en razón de quien la establece, no dejará de resultar altamente significativo para cualquiera el que la Iglesia reconozca tan claramente el carácter positivo de la laicidad así entendida. De ella se nos dice allí mismo que constituye “un valor adquirido y reconocido por la Iglesia” y que “pertenece al patrimonio de civilización alcanzado”, con lo cual a la vez se reconoce que no siempre estuvo reconocido tal valor y ha tenido que ser alcanzado, “conquistado” diría quien tenga en cuenta el largo, arduo, conflictivo y aun cruento proceso histórico por el que se ha llegado al actual generalizado reconocimiento de la realidad de la laicidad del Estado, así como de la autonomía del entero orden temporal.


“Bien comprendido, el principio de laicidad, muy arraigado en vuestro país, pertenece también a la doctrina social de la Iglesia” […] “la laicidad, lejos de ser lugar de enfrentamiento, es verdaderamente el espacio para un diálogo constructivo, con el espíritu de los valores de libertad, igualdad y fraternidad…”. 

Para el entonces todavía cardenal Ratzinger: 

“La fe cristiana, siguiendo el camino abierto por Jesús, ha desterrado la idea de la teocracia política. Dicho en términos modernos, ha promovido la laicidad del Estado, en el que los cristianos conviven en libertad con los que tienen otras convicciones, unidos por la común responsabilidad moral fundada en la naturaleza humana, en la naturaleza de la justicia […]. En este sentido, el Estado laico es resultado de la originaria opción cristiana, aunque han hecho falta largos esfuerzos para captar todas sus consecuencias”[2]

Y según las enseñanzas del ya Papa Benedicto XVI en Deus caritas est (n.28), la distinción señalada por Jesús entre lo de Dios y lo del César (Mt 22, 21 pertenece a la estructura fundamental (Grundgestalt) del cristianismo. No cabría un modo más claro y definitivo de marcar la importancia que hemos de atribuirle, así como a la laicidad que se vincula a tal distinción.

Pero ¿en qué consiste esencialmente esa autonomía en que la laicidad consiste? ¿Qué se sigue de su reconocimiento? ¿Acaso hay algo “del César” que no lo sea a la vez “de Dios”? Son preguntas a las que no podemos dejar de dar una más profunda respuesta en ulteriores consideraciones…
Teófilo González Vila

[1] Según la referida Nota, en el indicado apartado: “Para la doctrina moral católica, la laicidad, entendida como autonomía de la esfera civil y política de la esfera religiosa y eclesiástica – nunca de la esfera moral –, es un valor adquirido y reconocido por la Iglesia, y pertenece al patrimonio de civilización alcanzado” (“Per la dottrina morale cattolica la laicità intesa come autonomia della sfera civile e politica da quella religiosa ed ecclesiastica – ma non da quella morale – è un valore acquisito e riconosciuto dalla Chiesa e appartiene al patrimonio di civiltà che è stato raggiunto”).

[2] Ratzinger, Joseph, Europa, raíces, identidad y misterio, Madrid, Editorial Ciudad Nueva, 2005, p.99.
http://www.analisisdigital.org/2012/03/01/definicion-y-elogio-de-la-laicidad/

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