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"Soy un hombre de armas, un soldado, scout. Paradójicamente, al único de mi especie que admiro, empuñó solamente la palabra, su técnica fue la humildad, su táctica la paciencia y la estrategia que le dio su mayor victoria fue dejarse clavar en una cruz por aquellos que amaba".

“Espíritu Santo, inspírame lo que debo pensar, lo que debo decir, lo que debo callar, lo que debo escribir, lo que debo hacer, como debo obrar, para el bien de los hombres, de la iglesia y el triunfo de Jesucristo”.

Desde La Trinchera Del Buen Combate en Argentina. Un Abrazo en Dios y La Patria.

6 de abril de 2019

CUÁLES SON LOS DIEZ MANDAMIENTOS? POR QUÉ DEBEMOS VIVIRLOS? O ¿CUÁL ES EL MANDAMIENTO MÁS IMPORTANTE?

Los Diez Mandamientos o Decálogo son 
las «diez palabras» que recogen la Ley dada por Dios al pueblo de Israel durante la Alianza hecha por medio de Moisés (Ex 34, 28). 
El Decálogo, al presentar los mandamientos del amor a Dios (los tres primeros) y al prójimo (los otros siete), traza, para el pueblo elegido y para cada uno en particular, el camino de una vida liberada de la esclavitud del pecado.
Fórmula catequética de los Diez Mandamientos
«Yo soy el Señor tu Dios
1. AMARÁS A DIOS SOBRE TODAS LAS COSAS.
2. NO TOMARÁS EL NOMBRE DE DIOS EN VANO.
3. SANTIFICARÁS LAS FIESTAS.
4. HONRARÁS A TU PADRE Y A TU MADRE.
5. NO MATARÁS.6. NO COMETERÁS ACTOS IMPUROS.
7. NO ROBARÁS.
8. NO DARÁS FALSO TESTIMONIO NI MENTIRÁS.
10. NO CODICIARÁS LOS BIENES AJENOS
9. NO CONSENTIRÁS PENSAMIENTOS NI DESEOS IMPUROS.
Jesucristo se refiere a los Diez Mandamientos cuando un joven le pregunta cómo conseguir la vida eterna: 
“Maestro, ¿qué he de hacer yo de bueno para conseguir la vida eterna?”. 
Jesús responde: 
“Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos”. 
Y cita a su interlocutor los preceptos que se refieren al amor del prójimo: 
“No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás testimonio falso, honra a tu padre y a tu madre”. 
Finalmente, Jesús resume estos mandamientos de una manera positiva: 
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mt 19, 16-19). (Catecismo de la Iglesia Católica, 2052)
Los 10 mandamientos o “Decálogo” que significa literalmente “diez palabras” son las que Dios reveló a su pueblo, Israel, cuando habló con Moisés en la montaña santa y están recogidas en los libros del Exodo y del Deuteronomio del Antiguo Testamento (cfr. Ex 20, 1-17 y 34, 28 ; Dt 5, 6-22, y 4,13; 10, 4). Constituyen palabras de Dios en un sentido eminente. Pero su pleno sentido ha sido revelado por Jesucristo. (Leer Catecismo de la Iglesia Católica, 2056)

La división y numeración de los mandamientos ha variado en el curso de la historia. El actual catecismo de la Iglesia sigue la división de los mandamientos establecida por san Agustín y que ha llegado a ser tradicional en la Iglesia católica. Es también la de las confesiones luteranas. Los Padres griegos hicieron una división algo distinta que se usa en las Iglesias ortodoxas y las comunidades reformadas. (Catecismo de la Iglesia Católica, 2066)

Fiel a la Escritura y siguiendo el ejemplo de Jesús, la Tradición de la Iglesia ha reconocido en el Decálogo una importancia y una significación primordiales.
Desde san Agustín, los “Diez Mandamientos” ocupan un lugar preponderante en la catequesis de los futuros bautizados y de los fieles. En el siglo XV se tomó la costumbre de expresar los preceptos del Decálogo en fórmulas rimadas, fáciles de memorizar, y positivas. Estas fórmulas están todavía en uso hoy. Los catecismos de la Iglesia han expuesto con frecuencia la moral cristiana siguiendo el orden de los “diez mandamientos”. (Catecismo de la Iglesia Católica, 2065)

Los diez mandamientos, en su contenido fundamental, enuncian obligaciones para todos los hombres, ya que manifiestan la conducta digna del hombre. Los cristianos al conocerlos sin error, por el magisterio de la Iglesia, deben obedecerlos y vivirlos. La obediencia a estos preceptos es grave pero implica también obligaciones cuya materia es, en sí misma, leve. (Catecismo de la Iglesia Católica, 2081)
Aunque a veces pueda parecer difícil vivirlos, hay que tener en cuenta que Dios hace posible por su gracia lo que manda. (Catecismo de la Iglesia Católica, 2082)

“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente”.
San Mateo en el versículo 22, 36 de su Evangelio recoge cuando un escriba le hace esta pregunta a Jesús: 
“¿Cuál es el mandamiento mayor de la Ley?” 
y la respuesta de Jesús: 
“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el mayor y el primer mandamiento. El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas” (Mt 22, 37-40; cf Dt 6, 5; Lv 19, 18). 
El Decálogo debe ser interpretado a la luz de este doble y único mandamiento de la caridad, plenitud de la Ley. (Catecismo de la Iglesia Católica, 2055)
Dios nos amó primero. El amor del Dios Único es recordado en la primera de las “diez palabras”. Los mandamientos explicitan a continuación la respuesta de amor que el hombre está llamado a dar a su Dios. (Catecismo de la Iglesia Católica, 2083)

Los diez mandamientos pertenecen a la revelación de Dios y nos enseñan la verdadera humanidad del hombre. Ponen de relieve los deberes esenciales y, por tanto indirectamente, los derechos fundamentales, inherentes a la naturaleza de la persona humana. El Decálogo contiene una expresión privilegiada de la “ley natural”: 
«Desde el comienzo, Dios había puesto en el corazón de los hombres los preceptos de la ley natural. Primeramente se contentó con recordárselos. Esto fue el Decálogo, el cual, si alguien no lo guarda, no tendrá la salvación, y no les exigió nada más» (San Ireneo de Lyon, Adversus haereses, 4, 15, 1). (Catecismo de la Iglesia Católica, 2070)
Aunque accesibles a la sola razón, los preceptos del Decálogo han sido revelados. Para alcanzar un conocimiento completo y cierto de las exigencias de la ley natural, la humanidad herida por el pecado, con dificultad para alcanzar la verdad y el bien, necesitaba esta revelación: 
«En el estado de pecado, una explicación plena de los mandamientos del Decálogo resultó necesaria a causa del oscurecimiento de la luz de la razón y de la desviación de la voluntad» (San Buenaventura, In quattuor libros Sententiarum, 3, 37, 1, 3). 
Conocemos los mandamientos de la ley de Dios por la revelación divina que nos es propuesta en la Iglesia, y por la voz de la con ciencia moral. (Catecismo de la Iglesia Católica, 2071)
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