El Día Internacional de la Familia se observa cada año el día 15 de mayo desde 1994. Esta fecha fue proclamada en 1993 por la Asamblea General de las Naciones Unidas (
A/RES/47/237 ) haciendo eco de la importancia que la comunidad internacional le otorga a la familia.
Una familia de grupos étnicos mixtos (árabe, tuareg y Songhai) en Gao, Malí. © ONU/Marco Dormino.
El Día Internacional de la Familia es la ocasión propicia para promover la concienciación y un mejor conocimiento de los procesos sociales, económicos y demográficos que afectan a este importante núcleo de la sociedad.
LA CELEBRACIÓN ANUAL DEL DÍA INTERNACIONAL DE LAS FAMILIAS REFLEJA LA IMPORTANCIA QUE LA COMUNIDAD INTERNACIONAL OTORGA A LAS FAMILIAS Y EL PAPEL FUNDAMENTAL QUE TIENEN EN LA SOCIEDAD.
Emblema y bandera de Naciones Unidas
El Día Internacional de la Familia de las Naciones Unidas ha inspirado una serie de actos de sensibilización, entre los cuales destaca la celebración de esos días en el plano nacional. En numerosos países, ese día ofrece una oportunidad para poner de relieve los distintos ámbitos de interés para las familias. Entre las actividades se incluyen cursos prácticos y conferencias, programas de radio y televisión, artículos periodísticos y programas culturales que hacen hincapié en los temas pertinentes.
AÑO 2019 "LAS FAMILIAS Y LA ACCIÓN CLIMÁTICA"
Por ser la familia uno de los pilares básicos de la sociedad, se impulsan, desde Naciones Unidas, medidas que faciliten una mayor integración de todas las cuestiones relativas a las mismas en las políticas de desarrollo social.
La celebración anual del Día Internacional de las Familias refleja la importancia que la comunidad internacional otorga a las Familias y el papel fundamental que tienen en la sociedad. Este año 2019 se centra en las familias y las políticas familiares, poniendo el foco en “Las Familias y la Acción Climática”, un tema que sin duda afecta a todos los países, en todos los continentes, y que tiene un impacto negativo no solo en la economía, sino también en la vida de las personas y de las comunidades.
Este cambio climático, en muchos casos, consecuencia de la actividad humana, pone en peligro nuestra forma de vida y el futuro del planeta afectando especialmente a los más vulnerables, niños, mujeres, personas mayores, dependientes y personas con pocos recursos.
Desde Naciones Unidas recomiendan centrarse en los principales objetivos de SDG13, para poder mitigar los efectos de este cambio climático: mejorar la educación, mayor sensibilización humana e institucional, alerta temprana y mejor adaptación.
Las familias permanecen en el centro de la vida social para garantizar el bienestar de sus miembros, como su educación y cuidado.
En particular, las políticas orientadas a la familia pueden contribuir a la consecución de los primeros cinco objetivos de desarrollo sostenible en relación con la eliminación de la pobreza y el hambre; garantizar una vida saludable y la promoción del bienestar para todas las edades; asegurar oportunidades de educación durante toda la vida y el logro de la igualdad de género.
DÍA INTERNACIONAL DE LA FAMILIA
Día Internacional de la Familia. La celebración anual del Día Internacional de las Familias, instituida por la
Asamblea General de las Naciones Unidas en su resolución 47/237, del 20 de septiembre de
1993, refleja la importancia que la
comunidad internacional le confiere a la familia como unidad básica de la sociedad, así como su preocupación por la situación de las familias en todo el
mundo.
ORIGEN DEL DÍA INTERNACIONAL DE LA FAMILIA
El Día Internacional de las Familias brinda la oportunidad de fomentar la toma de conciencia sobre cuestiones que afectan a la familia como unidad básica de la sociedad, así como de promover la adopción de medidas adecuadas. El Día puede llegar a ser un poderoso factor de movilización en favor de la familia en todos los países que aprovechen esa ocasión para demostrar su apoyo a las cuestiones que la atañen de la manera más idónea para cada sociedad. La celebración del Día Internacional de las Familias constituye también una valiosa ocasión para que las familias demuestren su solidaridad con vistas a mejorar su bienestar.
Los gobiernos, las organizaciones no gubernamentales, las instituciones académicas, los grupos religiosos y las personas, a título individual, pueden promover una mayor comprensión de las funciones y problemas, los puntos fuertes y los puntos débiles de las familias, mediante la organización de la celebración del Día Internacional de las Familias. Asimismo, el día brinda la oportunidad de profundizar en el conocimiento de los procesos económicos, culturales, sociales y demográficos que afectan a la familia.
ANTECEDENTES
Cuéntase como antecedente una importante Conferencia sobre la Familia efectuada en
Madrid en
1993, convocada por 37 organizaciones no gubernamentales españolas, la que aprobó una declaración programática en la cual, entre otros temas, acordaban celebrar un Día Mundial de las Familias; simultáneamente se dirigieron a las
Naciones Unidas solicitando convocara a esa efeméride anualmente.
El organismo internacional aprobó esta decisión: designar como fecha el
15 de mayo y exhortar a su celebración en todo el
planeta desde el año siguiente.
Un lustro después de esa primera celebración, el
15 de mayo de
1999, el secretario general de la
ONU Kofi Annan, reflexionó sobre el lema de ese año
“Familias para todas las edades” alertando que así como la sociedad experimenta constantes cambios culturales, políticos y sociales, también las familias se han vuelto cada vez más diversas.
Decía el dirigente político que
- “La obligación de proteger a la familia, concepto que recoge la Declaración Universal de los Derechos Humanos, requiere que las sociedades y los Estados reconozcan y respeten esa diversidad. Requiere que ayuden a cada familia a asegurar el bienestar y la dignidad de todos sus miembros, independientemente de sus opciones en la vida”.
Cada año, internacionalmente se programan actividades relacionadas con esta temática que incluyen numerosas iniciativas nacionales.
En el 2003, nuevamente el secretario general de la
ONU Kofi Annan hizo declaraciones este Día:
- “Poner a las familias más cerca del centro del proceso de las políticas públicas demandará un gran compromiso político. Los temas de familia están en el corazón de la agenda social: cambios en las estructuras familiares, envejecimiento demográfico, el incremento de la migración, la pandemia del VIH/SIDA, y la globalización. Yo espero que los líderes comprendan estos vínculos y brinden a estas cuestiones la atención y los recursos que ameritan”.
Su exhortación contemplaba reafirmar el compromiso para mejorar el bienestar de las familias en todo el mundo.
La conmemoración ha inspirado una serie de actos de sensibilización, entre los cuales destaca la celebración de esos días en el plano nacional. En numerosos países, ese día ofrece una oportunidad para poner de relieve los distintos ámbitos de interés para las familias. Entre las actividades se incluyen cursos prácticos y conferencias, programas de radio y televisión, artículos periodísticos y programas culturales que hacen hincapié en los temas pertinentes.
Las cuestiones que guardan relación con la familia comenzaron a ser objecto de creciente atención en las Naciones Unidas durante el decenio de 1980. En 1983, por recomendación de la Comisión de Desarrollo Social en su 8° periodo de sesiones, el Consejo Económico y Social, en su resolución sobre la función de la familia en el proceso de desarrollo (1983/23), pidió al Secretario General, entre otras cosas, que promoviera «entre los encargados de adoptar decisiones y el público una mayor conciencia de los problemas y las necesidades de la familia, asi como de las formas eficaces de satisfacer dichas necesidades» (parrafo 3 de la parte dispositiva). En su resolución 1985/29, de 29 de mayo de 1985, el Consejo invitó a la Asamblea General a que considerara la posibilidad de incluir en su programa provisional un tema titulado «Las familias en el proceso de desarrollo», con miras a considerar la posibilidad de pedir al Secretario General que iniciase un proceso tendiente a despertar la conciencia mundial sobre el asunto... (párrafo 8 de la parte dispositiva).
Más tarde, atendiendo a las recomendaciones de la Comisión de Desarrollo Social formulada en su 30° periodo de sesiones, y del Consejo en su primer periodo ordinario de sesiones de 1987 (resolución 1987/42 de 28 de mayo de 1987), la Asamblea, en su resolución 42/134, de 7 de diciembre de 1987, invitó a todos los Estados a que manifestaran su parecer acerca de la posible proclamación de un año internacional de la familia y formulasen observaciones y propuestas al respecto.
Escultura de Henry Moore con el título Familia. Barclay School, Stevenage, Hertfordshire, Gran Bretaña.
Pidió además al Secretario General que presentara a la Asamblea General en su cuadragésimo tercer periodo de sesiones un informe general, basado en las observaciones y propuestas de los Estados Miembros sobre la posible proclamación de ese año y otros medios para mejorar la situación y el bienestar de la familia e intensificar la cooperación internacional como parte de los esfuerzos mundiales por favorecer el progreso y desarrollo en lo social. El presente informe ha sido preparado para responder a esa petición.
El Año Internacional de la Familia fue proclamado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en virtud de la resolución 44/82 de 9 de diciembre de 1989 y al hacerlo, decidió que los principales actos para la observancia de esta celebración deberían concentrarse a todos los niveles, local, regional y nacional, con el apoyo del sistema de las Naciones Unidas.
La Comisión de Desarrollo Social de las Naciones Unidas fue designada como el órgano preparatorio y el Consejo Económico y Social como el órgano de coordinación.
En 1993, la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó El Año Internacional de la Familia 1994, decide también que, a partir de 1994 el 15 de mayo de cada año se celebre el Día Internacional de las Familias. Esta fecha es la ocasión propicia para promover la concienciación y un mejor conocimiento de los procesos sociales, económicos y demográficos que afectan a este importante núcleo de la sociedad.
En 1994, la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó El Día Internacional de las Familias (
A/RES/47/237 ), que se observa cada año el día 15 de mayo. Esta fecha es la ocasión propicia para promover la concienciación y un mejor conocimiento de los procesos sociales, económicos y demográficos que afectan a este importante núcleo de la sociedad.
(*) OBJETIVO 3: GARANTIZAR UNA VIDA SANA Y PROMOVER EL BIENESTAR PARA TODOS EN TODAS LAS EDADES
Para lograr el desarrollo sostenible es fundamental garantizar una vida saludable y promover el bienestar para todos a cualquier edad. Se han obtenido grandes progresos en relación con el aumento de la esperanza de vida y la reducción de algunas de las causas de muerte más comunes relacionadas con la mortalidad infantil y materna. Se han logrado grandes avances en cuanto al aumento del acceso al agua limpia y el saneamiento, la reducción de la malaria, la tuberculosis, la poliomielitis y la propagación del VIH/SIDA. Sin embargo, se necesitan muchas más iniciativas para erradicar por completo una amplia gama de enfermedades y hacer frente a numerosas y variadas cuestiones persistentes y emergentes relativas a la salud.
SALUD INFANTIL
- Cada día mueren 17 000 niños menos que en 1990, pero más de seis millones siguen muriendo antes de cumplir los cinco años cada año
- Desde el año 2000, las vacunas contra el sarampión han evitado casi 15,6 millones de muertes
- A pesar de los progresos mundiales determinados, una proporción creciente de las muertes infantiles se encuentran en África subsahariana y Asia meridional. Cuatro de cada cinco muertes de niños menores de cinco años se producen en estas regiones
- Los niños nacidos en la pobreza tienen casi el doble de probabilidades de morir antes de cumplir cinco años que los de familias más ricas
- Los hijos de madres con estudios, incluso las que solo tienen estudios primarios, tienen más probabilidades de sobrevivir que los niños de madres sin educación
- La muerte maternal cayó casi en un 50% desde 1990
- En Asia Oriental, el norte de África y el sur de Asia, la mortalidad materna se ha reducido en alrededor de dos tercios
- Pero la tasa de mortalidad materna – la proporción de madres que no sobreviven el parto en comparación con aquellos que lo hacen – en las regiones en desarrollo es aún 14 veces mayor que en las regiones desarrolladas
- Más mujeres están recibiendo atención prenatal. En las regiones en desarrollo, la atención prenatal aumentó del 65 por ciento en 1990 al 83 por ciento en 2012
- Sólo la mitad de las mujeres en las regiones en desarrollo reciben la cantidad recomendada de atención médica que necesitan
- Menos adolescentes están teniendo niños en la mayoría de las regiones en desarrollo, pero los progresos se han ralentizado. El gran aumento en el uso de anticonceptivos en la década de 1990 no se dio en la década de 2000
- La necesidad de la planificación familiar se está usando lentamente por más mujeres, pero la demanda está aumentando a un ritmo rápido
EL VIH/SIDA, LA MALARIA Y OTRAS ENFERMEDADES
- A finales de 2014, 13,6 millones de personas recibían terapia antirretroviral
- Se estima que en 2013 se produjeron 2,1 millones de nuevas infecciones por el VIH, cifra que representaba un 38% menos que en 2001
- El número de personas que vivían con el VIH era de unos 35 millones a finales de 2013
- En ese mismo año, 240.000 niños resultaron infectados por el virus
- Las nuevas infecciones por el VIH entre los niños han disminuido en un 58% desde 2001
- A nivel mundial, las adolescentes y las mujeres jóvenes sufren desigualdad, exclusión, discriminación y violencia por razón de género, lo que las expone a un mayor riesgo de contraer el VIH
- El VIH es la principal causa de muerte entre las mujeres en edad reproductiva en todo el mundo
- La mortandad relacionada con la tuberculosis entre las personas que viven con el VIH ha disminuido en un 36% desde 2004
- En 2013, se registraron 250.000 nuevas infecciones por el VIH entre los adolescentes, dos tercios de las cuales afectaron a mujeres
- El SIDA es hoy la principal causa de muerte entre los adolescentes (de 10 a 19 años) en África y la segunda más común entre los adolescentes a nivel mundial
- En muchos lugares, el derecho de las adolescentes a la intimidad y la autonomía corporal no se respeta; muchas informan de que su primera experiencia sexual fue forzada
- En 2013, 2,1 millones de adolescentes vivían con el VIH
- Entre 2000 y 2015, se evitaron más de 6,2 millones de muertes por malaria, principalmente en niños menores de 5 años de edad en África Subsahariana. La tasa mundial de incidencia de la malaria se ha reducido en aproximadamente un 37%, y la de su mortalidad, en un 58%
- Entre 2000 y 2013, las intervenciones de prevención de la tuberculosis, junto con su diagnóstico y tratamiento, salvaron unos 37 millones de vidas. La tasa de mortalidad por tuberculosis se redujo en un 45% y la prevalencia en un 41% entre 1990 y 2013
LA FAMILIA EN LAS ENSEÑANZAS DE SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ DE BALAGUER.
... En aquella homilía del campus de Pamplona, San Josemaría mencionó explícitamente el matrimonio y la familia.
El amor humano, afirmaba, no es algo permitido, tolerado, junto a las verdaderas actividades del espíritu, como podría insinuarse en los falsos espiritualismos. Y añadía, como remachando la idea: El amor, que conduce al matrimonio y a la familia, puede ser también un camino divino, vocacional, maravilloso, cauce para una completa dedicación a nuestro Dios. Realizad las cosas con perfección, os he recordado, poned amor en las pequeñas actividades de la jornada, descubrid —insisto— ese algo divino que en los detalles se encierra: toda esta doctrina encuentra especial lugar en el espacio vital, en el que se encuadra el amor humano [4] ....
Los casados están llamados a santificar su matrimonio y a santificarse en esa unión; cometerían por eso un grave error, si edificaran su conducta espiritual a espaldas y al margen de su hogar. La vida familiar, las relaciones conyugales, el cuidado y la educación de los hijos, el esfuerzo por sacar económicamente adelante a la familia y por asegurarla y mejorarla, el trato con las otras personas que constituyen la comunidad social, todo eso son situaciones humanas y corrientes que los esposos cristianos deben sobrenaturalizar [5] .
El espacio vital de la familia es pues, ante todo, lugar de encuentro con Dios, ámbito propicio para una existencia alegre de servicio y donación a los demás basada en la conciencia activa y permanente de nuestra condición de hijos de Dios. De la maravillosa realidad de nuestra filiación divina en Cristo, se desprenden muy variadas consecuencias para la conducta personal, para nuestras familias, para la sociedad.
El Papa Benedicto XVI ha explicado repetidamente que
«matrimonio y familia no son una construcción sociológica casual, fruto de situaciones históricas y económicas particulares. Por el contrario, la cuestión de la justa relación entre el hombre y la mujer hunde sus raíces en la esencia más profunda del ser humano y sólo puede encontrar su respuesta a partir de ésta. Es decir, no puede separarse de la pregunta siempre antigua y siempre nueva del hombre sobre sí mismo: ¿quién soy?, ¿quién es el hombre? Y esta pregunta, a su vez, no se puede separar del interrogante sobre Dios: ¿existe Dios? Y, ¿quién es Dios? ¿Cuál es verdaderamente su rostro?» La respuesta de la Biblia a estas dos cuestiones es unitaria y consecuente: el hombre es creado a imagen de Dios, y Dios mismo es Amor. Por este motivo, la vocación al amor es lo que hace que el hombre sea la auténtica imagen de Dios: es semejante a Dios en la medida en que ama» [6] .
Y en su visita pastoral a Valencia, el Santo Padre definió la familia como
«el ámbito privilegiado donde cada persona aprende a dar y a recibir amor» [7] .
La familia, en efecto, nace como comunidad querida por Dios, fundada y edificada sobre el amor. En el hogar se hace posible un aprendizaje que resulta imprescindible: la necesidad de contar con los demás en nuestra vida, respetando y desarrollando los vínculos que nos entrelazan a unos con otros. Comprender que he de darme gustosamente cada día, viviendo con una sana atención y servicio a las personas que me rodean, es uno de los grandes tesoros que las familias cristianas, consecuentes con su fe, brindan a sus propios miembros y a toda la sociedad. En la escuela del amor que caracteriza a la familia —que, insisto, tiene como condición irrenunciable el olvido de sí—, se adquieren hábitos que necesariamente repercuten en beneficio del tejido social, a todos los niveles.
Escuchemos de nuevo a San Josemaría.
Los esposos cristianos han de ser conscientes de que están llamados a santificarse santificando, de que están llamados a ser apóstoles, y de que su primer apostolado está en el hogar. Deben comprender la obra sobrenatural que implica la fundación de una familia, la educación de los hijos, la irradiación cristiana en la sociedad. De esta conciencia de la propia misión dependen en gran parte la eficacia y el éxito de su vida: su felicidad [8] .
TRES PUNTOS QUE NOS SEÑALA: LA FUNDACIÓN DE LA FAMILIA EN EL MATRIMONIO, LA EDUCACIÓN DE LOS HIJOS Y LA IRRADIACIÓN CRISTIANA DE LA FAMILIA EN LA SOCIEDAD.
LA FUNDACIÓN DE LA FAMILIA EN EL MATRIMONIO
La familia es escuela de amor, en primer lugar, para la mujer y para el hombre que deciden contraer matrimonio. Consideraba el Fundador del Opus Dei:
Digo constantemente, a los que han sido llamados por Dios a formar un hogar, que se quieran siempre, que se quieran con el amor ilusionado que se tuvieron cuando eran novios. Pobre concepto tiene del matrimonio —que es un sacramento, un ideal y una vocación—, el que piensa que el amor se acaba cuando empiezan las penas y los contratiempos, que la vida lleva siempre consigo. Es entonces cuando el cariño se enrecia. Las torrenteras de las penas y de las contrariedades no son capaces de anegar el verdadero amor: une más el sacrificio generosamente compartido [9] .
El matrimonio entraña una vocación, nos dice San Josemaría en este texto, recogiendo ideas que venía predicando desde los primeros momentos de la fundación del Opus Dei. Con la ayuda de Dios, que nunca faltará, esposa y esposo pueden perseverar en el amor y, a través de ese amor, les resulta posible y amable el propio crecimiento como cristianos, que es también mejorar como personas.
Vivido con estas disposiciones, el matrimonio se manifiesta verdaderamente como una vocación, una senda de encuentro con Dios. De modo semejante a todo camino, no faltarán dificultades. A veces surgirán diferencias, modos de pensar distintos entre el marido y la mujer; quizás el egoísmo intentará ganar terreno en sus almas. Hay que estar prevenidos y no sorprenderse. San Josemaría era muy sobrenatural y, al mismo tiempo, muy humano; por eso, previendo estas naturales dificultades en el matrimonio, solía comentar:
como somos criaturas humanas, alguna vez se puede reñir; pero poco. Y después, los dos han de reconocer que tienen la culpa, y decirse uno a otro: ¡perdóname!, y darse un buen abrazo... ¡Y adelante!" [10]
La relación entre los esposos se convierte, así, en una constante oportunidad de ejercitarse en la entrega mutua. Se trata de un aprendizaje mediante el que los cónyuges toman conciencia, en la cotidianidad de su caminar terreno, de que se deben el uno al otro. En ese estupendo ambiente de confianza, de lealtad, de sinceridad y cariño, ¡de verdadera entrega!, se mostrarán dispuestos a recibir los hijos que Dios quiera confiarles, fruto al mismo tiempo de su amor.
Si uno desea sinceramente llevar a la práctica este ideal, resulta imprescindible vivir delicadamente la castidad, también en el estado matrimonial. En ningún caso el ejercicio de la sexualidad —es algo querido por Dios, bueno y bello— debe perder su noble y original sentido. Con palabras de San Josemaría os recuerdo
que cuando la castidad conyugal está presente en el amor, la vida matrimonial es expresión de una conducta auténtica, marido y mujer se comprenden y se sienten unidos; cuando el bien divino de la sexualidad se pervierte, la intimidad se destroza, y el marido y la mujer no pueden ya mirarse noblemente a la cara. Los esposos deben edificar su convivencia sobre un cariño sincero y limpio, y sobre la alegría de haber traído al mundo los hijos que Dios les haya dado la posibilidad de tener, sabiendo, si hace falta, renunciar a comodidades personales y poniendo fe en la providencia divina: formar una familia numerosa, si tal fuera la voluntad de Dios, es una garantía de felicidad y de eficacia, aunque afirmen otra cosa los fautores equivocados de un triste hedonismo [11] .
Ordinariamente, el amor matrimonial —como cualquier cariño humano limpio— se manifestará también en cosas pequeñas. San Josemaría habló en innumerables ocasiones de la importancia de lo que parece pequeño —que es grande si se realiza por amor— en los distintos aspectos de la existencia del cristiano. Promovía, por ejemplo, un trato personal e íntimo con Dios, en las circunstancias normales de la vida. Porque la relación con Dios tiene el carácter de trato de familia: somos sus hijos, y Él nuestro Padre. De este modo, lo que le resultaba útil para meditar en el amor divino, San Josemaría lo aplicaba también al amor humano, a la existencia de nuestras familias; y al revés. De intento lo repito, haciendo mías unas palabras suyas para subrayar que cada pequeño detalle tiene sentido. Afirmaba:
el secreto de la felicidad conyugal está en lo cotidiano, no en ensueños. Está en encontrar la alegría escondida que da la llegada al hogar; en el trato cariñoso con los hijos; en el trabajo de todos los días, en el que colabora la familia entera; en el buen humor ante las dificultades, que hay que afrontar con deportividad; en el aprovechamiento también de todos los adelantos que nos proporciona la civilización, para hacer la casa agradable, la vida más sencilla, la formación más eficaz [12] .
Invitaba a tomar como modelo a la Sagrada Familia y también a esforzarse —con la entrega diaria— para convertir el ambiente de familia en un anticipo del cielo. Todavía me parece oír el eco de unas afirmaciones del Fundador del Opus Dei: en Nazaret nadie se reserva nada: todo allí se puso al servicio de los planes de Dios, con un desvelo continuo de unos por otros. Con renovada frecuencia, San Josemaría meditó las escenas que los Evangelios recogen de la Sagrada Familia. Le gustaba introducirse en aquel hogar con la imaginación, como un habitante más de la casa, y pensar en el trato habitual entre Jesús, María y José. De esta costumbre sacaba valiosas enseñanzas para los fieles del Opus Dei y para todas las personas que acudían a pedirle consejo.
LA EDUCACIÓN DE LOS HIJOS
En sus reuniones con padres de familia, el Fundador del Opus Dei quiso resaltar muchas veces la importancia del cariño y la entrega mutua de los esposos, precisamente para mejorar la educación de los hijos. No se le escapaba que la conducta, el ejemplo, se demuestra cauce eficacísimo y primordial de esa formación. Por eso insistía en que conviene que los hijos —ya desde pequeños— vean, contemplen, que sus padres están unidos y se quieren de veras.
La educación corresponde principalmente a los padres. En esa tarea, nadie puede sustituirlos: ni el Estado, ni la escuela, ni el entorno. Supone una gran responsabilidad, un reto estupendo, de cuyo ejercicio consecuente dependen el presente y el futuro de los propios hijos y de la sociedad.
A quienes sois madres y padres de familia, os animo a afrontar con valentía y con optimismo esta tarea que el Señor ha puesto en vuestras manos. Dejadme que os repita, con San Josemaría, que la educación de los hijos es el mejor negocio de vuestras vidas. En esta tierra catalana se valora mucho la eficiencia y el rendimiento —también económico— del trabajo; por eso, estoy seguro de que os dais cuenta de la profunda verdad de esa afirmación, y de que estáis dispuestos a invertir generosamente todas vuestras energías en la buena educación de las criaturas que el Señor os ha confiado, acogiendo con generosidad las obligaciones que comporta; y que también, cuando resulte preciso, sabréis defender unos derechos que os corresponden como madres y padres de familia, como ciudadanos libres.
Corresponde igualmente a los padres y madres enseñar a sus hijos toda la belleza y toda la exigencia que se contiene en el gran tesoro de la libertad personal: el don natural más preciado que Dios ha otorgado al hombre. Un don que ha de usarse con responsabilidad, para emprender el camino del bien y avanzar por esa senda.
En consecuencia, al tratar con sus hijas e hijos, los padres han de procurar que
nada perjudique el gran bien de la libertad, que hace al hombre capaz de amar y de servir a Dios. Deben recordar que Dios mismo ha querido que se le ame y se le sirva en libertad, y respeta siempre nuestras decisiones personales: dejó Dios al hombre —nos dice la Escritura— en manos de su albedcrío (Ecli 15, 14)
[13] .
Por eso, me ha llenado de alegría conocer que la Universitat Internacional de Catalunya ha resumido su ideario en una frase de Jesucristo recogida en el Evangelio de San Juan: veritas liberabit vos (Jn 8, 32), la verdad os hará libres. Amar la verdad significa amar y defender la libertad, pues se alzan como actitudes inseparables. Para ser verdaderamente libres, resulta preciso buscar sinceramente la verdad y, en el caso de los educadores —entre los que en primer lugar destacado se encuentran los padres—, exige un empeño diario por educar a los niños y a los jóvenes en los bienes auténticos.
Los padres han de enseñar a sus hijos a distinguir el bien del mal, y a escoger libremente el bien. Pero ¿cómo compaginar, en la práctica, el respeto de su libertad con el desvelo para que opten por el bien? San Josemaría nos responde:
no es camino acertado, para la educación, la imposición autoritaria y violenta. El ideal de los padres se concreta más bien en llegar a ser amigos de sus hijos: amigos a los que se confían las inquietudes, con quienes se consultan los problemas, de los que se espera una ayuda eficaz y amable [14] .
La amistad con los hijos requiere tiempo y empeño constante por atenderlos, estar interesados por sus cosas, compartir con ellos afanes y proyectos. Resulta importantísimo que esas criaturas vuestras lleguen a considerar al padre y a la madre como verdaderosamigos , es decir, personas a las que confiar sus preocupaciones y dificultades. Afirmaba San Josemaría:
los padres pueden y deben prestar a sus hijos una ayuda preciosa, descubriéndoles nuevos horizontes, comunicándoles su experiencia, haciéndoles reflexionar para que no se dejen arrastrar por estados emocionales pasajeros, ofreciéndoles una valoración realista de las cosas. Unas veces prestarán esa ayuda con su consejo personal; otras, animando a sus hijos a acudir a otras personas competentes: a un amigo leal y sincero, a un sacerdote docto y piadoso, a un experto en orientación profesional. Pero el consejo — continuaba el Fundador del Opus Dei — no quita la libertad, sino que da elementos de juicio, y esto amplía las posibilidades de elección, y hace que la decisión no esté determinada por factores irracionales. Después de oír los pareceres de otros y de ponderar todo bien, llega un momento en el que hay que escoger: y entonces nadie tiene derecho a violentar la libertad. Los padres han de guardarse de la tentación de querer proyectarse indebidamente en sus hijos —de construirlos según sus propias preferencias—, han de respetar las inclinaciones y las aptitudes que Dios da a cada uno. Si hay verdadero amor, esto resulta de ordinario sencillo. Incluso en el caso extremo, cuando el hijo toma una decisión que los padres tienen buenos motivos para juzgar errada, e incluso para preverla como origen de infelicidad, la solución no está en la violencia, sino en comprender y —más de una vez— en saber permanecer a su lado para ayudarle a superar las dificultades y, si fuera necesario, a sacar todo el bien posible de aquel mal [15] .
Si hay verdadero cariño en la familia, esto resulta hacedero. Y así, todas las circunstancias que jalonan la vida ordinaria harán que el hogar se convierta en una constante y efectiva escuela de virtudes.
La fe y la esperanza se han de manifestar en el sosiego con que se enfocan los problemas, pequeños o grandes, que en todos los hogares ocurren, en la ilusión con que se persevera en el cumplimiento del propio deber. La caridad lo llenará así todo, y llevará a compartir las alegrías y los posibles sinsabores; a saber sonreír, olvidándose de las propias preocupaciones para atender a los demás; a escuchar al otro cónyuge o a los hijos, mostrándoles que de verdad se les quiere y comprende; a pasar por alto menudos roces sin importancia que el egoísmo podría convertir en montañas; a poner un gran amor en los pequeños servicios de que está compuesta la convivencia diaria [16] .
Los padres cristianos procuran dar a sus hijos, también, lo mejor que poseen: la fe. Han de acompañarlos en el camino del conocimiento y del trato con Dios, aprender juntos las verdades del Evangelio y el ejercicio de las virtudes humanas y cristianas. De manera semejante, en este punto, San Josemaría recomendaba optar por el ejemplo y por la libertad. Así lo explicaba en una de sus catequesis:
no les obliguéis a nada, pero que os vean rezar: es lo que yo he visto hacer a mis padres, y se me ha quedado en el corazón. De modo que cuando tus hijos lleguen a mi edad, se acordarán con cariño de su madre y de su padre, que les obligaron solo con el ejemplo, con la sonrisa, y dándoles la doctrina cuando era conveniente, sin darles la lata [17] .
Poned interés en hacerles entender las oraciones que les enseñáis —pocas, cuando son pequeños—, y esmeraos en que lleguen bien preparados para recibir los sacramentos. Resulta indispensable ayudarles a tomar conciencia de su dignidad de hijos de Dios, ya que sepan responder generosamente a los dones que reciben de su Padre del cielo, orientando su existencia a horizontes generosos y trascendentes.
Junto a la gozosa realidad de esta vida de libertad, como hijos de Dios, afanaos en enseñarles las obligaciones que corresponden a su situación como personas y como cristianos. Se trata, en definitiva, de acompañarlos en el empeño por alcanzar la santidad, a la que todos estamos llamados.
Os recuerdo esta exhortación de San Josemaría:vosotros, madres y padres cristianos, sois un gran motor espiritual, que manda a los vuestros fortaleza de Dios para esa lucha, para vencer, para que sean santos. ¡No les defraudéis! [18].
Recientemente, Benedicto XVI resumía todas estas recomendaciones cuando pedía a los padres:
«Que permanezcáis siempre firmes en vuestro amor recíproco: éste es el primer gran don que necesitan vuestros hijos para crecer serenos, para ganar confianza en sí mismos y confianza en la vida, y para aprender ellos a ser a su vez capaces de amor auténtico y generoso. Además, el bien que queréis para vuestros hijos debe daros el estilo y la valentía del verdadero educador, con un testimonio coherente de vida y también con la firmeza necesaria para templar el carácter de las nuevas generaciones, ayudándoles a distinguir con claridad entre el bien y el mal y a construir a su vez sólidas reglas de vida, que las sostengan en las pruebas futuras. Así enriqueceréis a vuestros hijos con la herencia más valiosa y duradera, que consiste en el ejemplo de una fe vivida diariamente» [19]
LA IRRADIACIÓN CRISTIANA DE LA FAMILIA EN LA SOCIEDAD. LA FAMILIA, CONFIGURADORA DE LA SOCIEDAD.
La familia, en la medida en que cada uno de sus miembros pone un serio empeño en llevar a cabo la misión que le corresponde, es el entorno más adecuado para el crecimiento de las personas. Pero no acaba en ese ámbito —en el de la propia familia— su función. Se requiere que toda esa riqueza redunde en favor de la sociedad.
Esta dimensión natural de la familia —como ocurre en otros campos— se esclarece aún más a la luz de la fe. Todos somos hijos de Dios, hermanos entre nosotros. Con este sentido de viva fraternidad, ningún afán de los demás puede resultarnos indiferente. Los retos de la sociedad a la que pertenecemos merecen, entonces, toda nuestra atención.
En la década de los 60 del siglo XX, en momentos de particular intensidad en la historia del mundo y de la Iglesia, el Señor dio a entender con fuerza a San Josemaría que, al ser los padres los primeros responsables de la educación de sus hijos, debían ser ellos mismos quienes sin dilación emprendieran y se hicieran cargo de muchos nuevos centros de enseñanza, en los que se educara a los hijos en los valores humanos y cristianos. Doctrina antigua, que repetidamente había puesto por escrito y había predicado. Pero en aquellos años 60, caracterizados por fuertes convulsiones sociales, esa luz se hizo más fuerte y operativa.
Su intensa oración por esta intención concreta, y una incansable catequesis, removieron la conciencia de muchos padres y madres de familia en los cinco continentes. Desde entonces, han florecido por todas partes centros de enseñanza a todos los niveles, cuya promoción, gestión y desarrollo recae sobre los padres de los alumnos, que prestan así un gran bien a la familia, a la sociedad y a la Iglesia.
En una ocasión, San Josemaría dirigía estas palabras a los padres de uno de esos colegios:
El primer negocio es que vuestros hijos salgan como deseáis; por lo menos tan buenos y, si es posible, mejor que vosotros. Por tanto, ¡insisto!: esta clase de Colegios, promovidos por los padres de familia, tienen interés, en primer término, para los padres de familia; luego, para el profesorado, y después para los estudiantes. Y me diréis: ¿este trabajo será útil? Lo estáis viendo: cada uno tiene experiencia personal, a través de la de sus hijos. Si no van mejor, es por culpa vuestra: porque no rezáis y porque no venís por aquí. Vuestra labor es muy interesante, y vuestros negocios no se resentirán por esta dedicación que os pide el Colegio. Con palabras del Espíritu Santo, os digo: electi mei non laborabunt frustra ( Is 65, 23 ). Os ha elegido el Señor, para esta labor que se hace en provecho de vuestros hijos, de las almas de vuestros hijos, de las inteligencias de vuestros hijos, del carácter de vuestros hijos; porque aquí no sólo se enseña, sino que se educa, y los profesores participan de los derechos y deberes del padre y de la madre [20] .
No puedo acabar este recorrido —necesariamente breve- por algunas enseñanzas de San Josemaría sobre el matrimonio y la familia, sin señalar que se inscriben perfectamente en la doctrina social de la Iglesia, que concibe la institución familiar como vertebradora de la sociedad. La familia es, en efecto, «célula fundamental de la sociedad»
[21] y «escuela del más rico humanismo»
[22] . Tiene, sin lugar a dudas, una misión insustituible: los hijos educados en su seno serán el día de mañana
cristianos verdaderos, hombres y mujeres íntegros capaces de afrontar con espíritu abierto las situaciones que la vida les depare, de servir a sus conciudadanos y de contribuir a la solución de los grandes problemas de la humanidad, de llevar el testimonio de Cristo donde se encuentren más tarde, en la sociedad [23] .
San Josemaría acudía con frecuencia al ejemplo de los primeros cristianos. Le gustaba referirse a
aquellas familias que vivieron de Cristo y que dieron a conocer a Cristo. Pequeñas comunidades cristianas, que fueron como centros de irradiación del mensaje evangélico. Hogares iguales a los otros hogares de aquellos tiempos, pero animados de un espíritu nuevo, que contagiaba a quienes los conocían y los trataban. Eso fueron los primeros cristianos, y eso hemos de ser los cristianos de hoy : sembradores de paz y de alegría, de la paz y de la alegría que Jesús nos ha traído [24] .
Paz y alegría. Ante algunos sucesos, ante algunas modas culturales y legislaciones deshumanizadoras, que se alejan del ideal cristiano —que es también el auténticamente humano— de matrimonio y familia, alguno podría tener la tentación de quedar abatido. Si así le ocurriera, estoy seguro de que San Josemaría le replicaría que, aunque se trate de momentos fuertes para las personas, son tiempos de optimismo, de trabajar y rezar, de rezar y trabajar, con la firme seguridad de la fe y con la fuerza perenne de la familia. Ha llegado el momento, por tanto, de hacer una extensa labor positiva, ahogando el mal en abundancia de bien. Un bien que, por otro lado, repartiremos a manos llenas y con alegría en todos los ambientes. Las familias cristianas tienen un gran tesoro que transmitir a los demás, un servicio preciosísimo que prestar a la sociedad con su conducta ejemplar y con su solidaridad entre padres e hijos, y también con los abuelos. Y, como todo servicio, se debe hacer con alegría.
Nos encontramos ante una cultura que corre el peligro de perder el sentido propio del matrimonio y de la institución familiar. Frente a este panorama, Juan Pablo II urgía a procurar que “mediante una educación evangélica cada vez más completa, las familias cristianas ofrezcan un ejemplo convincente de la posibilidad de un matrimonio vivido de manera plenamente conforme al proyecto de Dios y a las verdaderas exigencias de la persona humana: tanto la de los cónyuges como, sobre todo, la de los más frágiles que son los hijos. Las familias mismas deben ser cada vez más conscientes de la atención debida a los hijos y hacerse promotores de una eficaz presencia eclesial y social para tutelar sus derechos»
[25] .
Como recordó la Congregación para la Doctrina de la Fe, en un importante y actual documento, si el ordenamiento jurídico de una sociedad reconoce y tutela «la familia, fundada en el matrimonio monogámico entre personas de sexo opuesto y protegida en su unidad y estabilidad», la sociedad se constituye sobre una base sólida. Junto con «el derecho primario a la vida desde la concepción hasta su término natural» y «la libertad de los padres en la educación de sus hijos», la tutela y promoción de la familia, así entendida, constituye una «exigencia ética fundamental e irrenunciable», para «el bien integral de la persona»
[26] , de todas las personas, que es preciso defender. Por eso, como afirmaba San Josemaría,
hay dos puntos capitales en la vida de los pueblos: las leyes sobre el matrimonio y las leyes sobre la enseñanza; y ahí, los hijos de Dios tienen que estar firmes, luchar bien y con nobleza, por amor a todas las criaturas [27] .
Es ésta una labor que es preciso llevar a cabo por amor a todos: porque a todos beneficia el hecho de que haya muchas familias unidas, abiertas a la vida y con mentalidad de servicio. Constituyen el lugar idóneo para el crecimiento y realización de cada uno como persona, para su apertura a los demás, para la adquisición de virtudes y, en el caso de los cristianos, para la recepción y la transmisión de la fe.
Difundir la verdad sobre la familia y el matrimonio se nos muestra como una de las tareas prioritarias en la nueva evangelización. Es obligación que corresponde a todos, a cada uno desde su propia posición en la familia: como esposos, como padres, como hijos, como abuelos; también en el caso de quienes, aceptando alegremente la Voluntad de Dios, no han recibido el fruto de los hijos y gastan sus energías siendo un matrimonio ejemplar en el servicio a los demás. Os animo, pues, a todos, a tomar parte en este reto, del que dependen grandes beneficios para el futuro de muchas personas y de la entera sociedad.
Sé que este empeño forma parte muy importante de la misión que configura a esta Universidad, y que desde los comienzos habéis desarrollado instrumentos e iniciativas académicas para trabajar por el pleno reconocimiento de la familia. Una prueba es este Congreso universitario internacional en torno a esta célula capital de la sociedad, con el que habéis querido celebrar el décimo aniversario de la fundación de la Universidad.
Estoy seguro de que San Josemaría mira con predilección, desde el Cielo, todos vuestros esfuerzos, y los bendice.
También yo bendigo de todo corazón estos afanes, incluyendo a todos los que formáis parte de la Universitat Internacional de Catalunya, y a cuantos habéis participado en este Congreso y trabajáis por hacer realidad estos ideales en los más variados lugares del mundo.
Referencias
1] San Josemaría, Conversaciones , n. 73.
[3] Juan Pablo II, Homilía en la canonización de San Josemaría, 6-X-2002
[4] San Josemaría, Conversaciones , n. 121.
[5] San Josemaría, Es Cristo que pasa , n. 23
[6] Benedicto XVI, Discurso en la ceremonia de apertura de la Asamblea eclesial de la Diócesis de Roma, 6-VI-2005.
[7] Benedicto XVI, Discurso en el Encuentro Mundial de las Familias, 8-VII-2006.
[8] San Josemaría, Conversaciones , n. 91.
[9] Ibid [10] San Josemaría, Apuntes tomados en una tertulia, 4-VI-1974.
[11] San Josemaría, Es Cristo que pasa , n. 25 . [12] San Josemaría,Conversaciones , n. 91.
[13] San Josemaría, Conversaciones , n. 104.
[14] San Josemaría, Es Cristo que pasa , n. 27.
[15] San Josemaría, Conversaciones , n. 104.
[16] San Josemaría, Es Cristo que pasa , n. 23
[17] San Josemaría, Apuntes tomados en una tertulia, 28-X-1972.
[18] San Josemaría, Forja , n. 692
[19] Benedicto XVI, Discurso a la Diócesis de Roma con motivo de la entrega de la carta sobre la tarea urgente de la educación, 23-11-2008.
[20] San Josemaría, Apuntes tomados en una tertulia, 21-XI-1972.
[21] Juan Pablo II, Exhort. apost. Christifideles laici , 30-XII-1988, n. 40.
[22] Concilio vaticano II, Const. past. Gaudium et spes , n. 52 .
[23]San Josemaría, Es Cristo que pasa , n. 28.
[25] Juan Pablo II, Carta apost. Novo millennio ineunte , 6-1-2001, n. 47.
[26] Congregación para la Doctrina de la Fe, Nota Doctrinal sobre algunas cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los católicos en la vida política , 24-xI-2002, n. 4.
[27] San Josemaría, Forja , n. 104
Fuente:
http://www.un.org/es/events/familyday/
https://es.wikipedia.org/wiki/D%C3%ADa_Internacional_de_la_Familia
http://www.ecured.cu/D%C3%ADa_Internacional_de_la_Familia
http://www.un.org/sustainabledevelopment/es/health/
http://opusdei.cat/ca-es/article/la-familia-en-las-ensenanzas-de-san-josemaria-escriva-de-balaguer/
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