Sagrada Familia
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EN MEDIO DE UNA FUERTE CRISIS EN TORNO A LA INTEGRIDAD DE LA FAMILIA, DIOS AMOR NOS BRINDA NUEVAMENTE EL MODELO PLENO DE AMOR FAMILIAR AL PRESENTARNOS A JESÚS, MARÍA Y JOSÉ.La Sagrada Familia nos habla de todo aquello que cada familia anhela auténtica y profundamente, puesto que desde la intensa comunión hay una total entrega amorosa por parte de cada miembro de la familia santa elevando cada acto generoso hacia Dios, como el aroma del incienso, para darle gloria. Por ello, a la luz de la Sagrada Escritura, veamos algunos rasgos importantes de San José, Santa María y el Niño Jesús.
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EL CENTRO DEL PLAN DE DIOS PARA LA RAZA HUMANA: LA SAGRADA FAMILIA, UNIVERSAL (ÚLTIMO DOMINGO DEL AÑO).
En la santa morada de Nazaret Jesús transformó la vida familiar.
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La bendijo como el plan de Dios para toda la raza humana y la primera sociedad.
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La familia cristiana ha sido elevada en Cristo a un sacramento, a un vehículo de la gracia y un signo de la presencia de Dios.
La Iglesia anuncia que el matrimonio cristiano y la familia fundada sobre él es una vocación y una respuesta a la llamada del Señor.
En la Sagrada Familia de Jesús, María y José, aprendemos el camino del amor en la Escuela de Nazaret.
HISTORIA DE LA DEVOCIÓN
La devoción a la Sagrada Familia nació en Belén, junto con el Niño Jesús.
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Los pastores fueron a adorar al Niño y, al mismo tiempo, le dieron honor a su familia.
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Más tarde, en una forma similar, los tres Reyes Magos llegaron de Oriente para adorar y honrar al Rey recién nacido con regalos de oro, incienso y mirra.
Sabemos muy poco acerca de la vida de la Sagrada Familia a través de los Evangelios canónicos.
La Escritura nos dice prácticamente nada sobre los primeros años y la adolescencia del Niño Jesús.
Todo lo que sabemos son los hechos de la estancia en Egipto, el regreso a Nazaret, y los incidentes que se produjeron cuando el niño de doce años acompañó a sus padres a Jerusalén.
La devoción a la Sagrada Familia es un fenómeno reciente.
El culto de la Sagrada Familia creció en popularidad en el siglo XVII, y varias congregaciones religiosas han sido fundadas bajo este título.
Papas anteriores (especialmente Leo XIII) promovieron la fiesta como una manera de contrarrestar la ruptura de la unidad familiar.
Hasta 1969, la fiesta de la Sagrada Familia se mantuvo en el primer domingo después de la Epifanía (6 de enero).
Fue trasladado a la fecha actual en 1969.
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EL MENSAJE
El significado de la fiesta se patentiza cuando llegamos a entender las verdades más profundas que revela.
Nos enseña acerca de Jesús, María y José y sobre cada uno de nosotros y de nuestras propias familias.
La Fiesta de la Sagrada Familia no es sólo acerca de la Sagrada Familia, sino de nuestras propias familias también.
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El objetivo principal de la fiesta es presentar la Sagrada Familia como modelo para todas las familias cristianas, y para la vida doméstica en general.
Nuestra vida familiar se santifica cuando vivimos la vida de la Iglesia dentro de nuestros hogares.
Esto se conoce como la “iglesia doméstica” o la “iglesia en miniatura”.
San Juan Crisóstomo instó a todos los cristianos para que cada casa sea una “iglesia de la familia”, y santifique la unidad familiar
La fiesta de la Sagrada Familia es un buen momento para recordar la unidad familiar y orar por nuestras familias humanas y espirituales.
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SAN JOSÉ
Es el jefe de la familia y actúa siempre como Dios le manda, muchas veces sin comprender el por qué de lo que Dios le pide, pero teniendo fe y confianza en Él.
- "Al despertarse, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado: llevó a María a su casa". (Mt 1, 24-25)
Cuando se entera que María estaba embarazada piensa en abandonarla porque la quería mucho y no deseaba denunciarla públicamente (como era la costumbre de la época), pero el Ángel de Dios se le apareció en sueños y le dijo que lo que había sido engendrado en el vientre de María era obra del Espíritu Santo y que no temiera en recibirla.
- "Ella dio a luz un hijo,y él le puso el nombre de Jesús" (Mt 1, 25)
San José
Cuando nace el niño, él le pone el nombre de Jesús, como el Ángel le había dicho.
Luego, cuando Herodes tenía intenciones de matar al Niño Jesús y ante otro aviso del Ángel del Señor, José toma a su familia y marcha hacia Egipto.
Por último, con la muerte de Herodes y ante un nuevo aviso del Ángel de Dios, lleva a su familia a instalarse en Nazaret. San José, Casto Esposo de Santa María, acoge a Jesús en su corazón paternal, educándolo, cuidándolo, amándolo como si fuere hijo suyo. El Niño Jesús aprende de su "santo padre adoptivo" muchas cosas, entre estas, el oficio de carpintero.
LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA
Desde el momento de la Anunciación, María es el modelo de entrega a Dios.
- "He aquí la sierva del Señor, hágase en mí según tu Palabra" (Lc 1, 38)
En la Anunciación, María responde con un Sí rotundo desde una libertad poseída, poniéndose en las manos de Dios. En Santa María vemos una continua vivencia de la dinámica de la alegría-dolor: criando, educando, siguiendo de cerca a su Hijo Jesús mostrándole en todo momento un auténtico amor maternal.
- "Su madre conservaba estas cosas en su corazón" (Lc 2, 52)
Ella fue vislumbrando lentamente el misterio trascendente de la vida de Jesús, manteniéndose fielmente unida a Él. El niño Jesús Desde chico, Jesús demuestra que es el Hijo de Dios y que cumple fielmente lo que su Padre le manda.
- "Vivía sujeto a ellos" (Lc 2, 51)
COMO NIÑO
Él obedecía a su madre y a su padre adoptivo, y permanecía siempre junto a ellos. María y José fueron sus primeros educadores.
- "El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la Gracia de Dios estaba con Él" (Lc 2, 40)
- Jesús aprende el oficio de carpintero de su padre adoptivo José. "¿No sabían que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?" (Lc 2, 49)
Cuando Jesús se queda en el Templo, a los doce años, se puede pensar que desobedece a sus padres y que eso está mal. No es así, Jesús demuestra en este hecho su plena independencia con respecto a todo vínculo humano cuando está de por medio el Plan de su Padre y la Misión que Él le ha encomendado.
MEDITACIÓN DOMINICAL DE S.S. JUAN PABLO II DICIEMBRE DE 1997.
"La Sagrada familia, modelo de fe y de fidelidad Queridos hermanos y hermanas: En este primer domingo después de la Navidad, la Iglesia celebra la fiesta de la Sagrada Familia. Como en el belén, la mirada de fe nos permite abrazar al mismo tiempo al Niño divino y a las personas que están con él: su Madre santísima, y José, su padre putativo. ¡Qué luz irradia este icono de grupo de la santa Navidad! Luz de misericordia y salvación para el mundo entero, luz de verdad para todo hombre para la familia humana y para cada familia. ¡Cuán hermoso es para los esposos reflejarse en la Virgen María y en su esposo José! ¡Cómo consuela a los padres especialmente si tienen un hijo pequeño! ¡Cómo ilumina a los novios que piensan en sus proyectos de vida! El hecho de reunirnos ante la cueva de Belén para contemplar en ella a la Sagrada Familia, nos permite gustar de modo especial el don de la intimidad familiar y nos impulsa a brindar calor humano y solidaridad concreta en las situaciones por desgracia numerosas en las que por varios motivos falta la paz, falta la armonía, en una palabra, falta la "familia".
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El mensaje que viene de la Sagrada Familia es ante todo un mensaje de fe: la casa de Nazaret es una casa en la que Dios ocupa verdaderamente un lugar central. Para María y José esta opción de fe se concreta en el servicio al Hijo de Dios que se le confió, pero se expresa también en su amor recíproco, rico en ternura espiritual y fidelidad. María y José enseñan con su vida que el matrimonio es una alianza entre el hombre y la mujer, alianza que los compromete a la fidelidad recíproca, y que se apoya en la confianza común en Dios. Se trata de una alianza tan noble, profunda y definitiva, que constituye para los creyentes el sacramento del amor de Cristo y de la Iglesia. La fidelidad de los cónyuges es, a su vez, como una roca sólida en la que se apoya la confianza de los hijos. Cuando padres e hijos respiran juntos esa atmósfera de fe, tienen una energía que les permite afrontar incluso pruebas difíciles, como muestra la experiencia de la Sagrada Familia. Es necesario alimentar esa atmósfera de fe..."
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DIOS QUISO NACER DENTRO DE UNA FAMILIA Y ASÍ HA SANTIFICADO LA FAMILIA HUMANA.
En la festividad de la Sagrada Familia, recordamos y celebramos que Dios quiso nacer dentro de una familia para que tuviera alguien que lo cuidara, lo protegiera, lo ayudara y lo aceptara como era.
Al nacer Jesús en una familia, el Hijo de Dios ha santificado la familia humana. Por eso nosotros veneramos a la Sagrada Familia como Familia de Santos.
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¿CÓMO ERA LA SAGRADA FAMILIA?
- María y José cuidaban a Jesús, se esforzaban y trabajaban para que nada le faltara, tal como lo hacen todos los buenos padres por sus hijos.
- José era carpintero, Jesús le ayudaba en sus trabajos, ya que después lo reconocen como el “hijo del carpintero”.
- María se dedicaba a cuidar que no faltara nada en la casa de Nazaret.
Tal como era la costumbre en aquella época, los hijos ayudaban a sus mamás moliendo el trigo y acarreando agua del pozo y a sus papás en su trabajo. Podemos suponer que en el caso de Jesús no era diferente. Jesús aprendió a trabajar y a ayudar a su familia con generosidad. Él siendo Todopoderoso, obedecía a sus padres humanos, confiaba en ellos, los ayudaba y los quería.
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¡Qué enseñanza nos da Jesús, quien hubiera podido reinar en el más suntuoso palacio de Jerusalén siendo obedecido por todos! Él, en cambio, rechazó todo esto para esconderse del mundo obedeciendo fielmente a María y a José y dedicándose a los más humildes trabajos diarios, el taller de San José y en la casa de Nazaret.
Las familias de hoy, deben seguir este ejemplo tan hermoso que nos dejó Jesús tratando de imitar las virtudes que vivía la Sagrada Familia: sencillez, bondad, humildad, caridad, laboriosidad, etc.
Sagrada Familia en la Iglesia de San Pedro del Pueblo de Fuente el Saz del Jarama, Madrid, España.
LA FAMILIA DEBE SER UNA ESCUELA DE VIRTUDES.
Es el lugar donde crecen los hijos, donde se forman los cimientos de su personalidad para el resto de su vida y donde se aprende a ser un buen cristiano. Es en la familia donde se formará la personalidad, inteligencia y voluntad del niño. Esta es una labor hermosa y delicada. Enseñar a los niños el camino hacia Dios, llevar estas almas al cielo. Esto se hace con amor y cariño.
- “La familia es la primera comunidad de vida y amor el primer ambiente donde el hombre puede aprender a amar y a sentirse amado, no sólo por otras personas, sino también y ante todo por Dios.” (Juan Pablo II, Encuentro con las Familias en Chihuahua 1990).
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CARTA A LAS FAMILIAS DEL PAPA JUAN PABLO II .
Nos dice que es necesario que los esposos orienten, desde el principio, su corazón y sus pensamientos hacia Dios, para que su paternidad y maternidad, encuentre en Él la fuerza para renovarse continuamente en el amor.
Así como Jesús creció en sabiduría y gracia ante Dios y los hombres, en nuestras familias debe suceder lo mismo.
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Esto significa que los niños deben aprender a ser amables y respetuosos con todos, ser estudiosos obedecer a sus padres, confiar en ellos, ayudarlos y quererlos, orar por ellos, y todo esto en familia.
Recordemos que “la salvación del mundo vino a través del corazón de la Sagrada Familia”.
La salvación del mundo, el porvenir de la humanidad de los pueblos y sociedades pasa siempre por el corazón de toda familia. Es la célula de la sociedad.
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LA SAGRADA FAMILIA, ICONO DE LA IGLESIA DOMÉSTICA.
Recordamos hoy unas palabras del Papa emérito Benedicto XVI sobre esta fiesta de la Sagrada Familia:
Dijo el Papa
- "La casa de Nazaret, es una escuela de oración en que se aprende a escuchar, a meditar, a penetrar en el significado profundo de la manifestación del Hijo de Dios, a través del ejemplo de María, José y Jesús".
"La contemplación de Cristo alcanza su modelo insuperable en María" que "vive con los ojos puestos en Cristo y atesora cada palabra suya (...) El evangelista Lucas nos hace conocer el corazón de María, su fe, su esperanza y obediencia, su interioridad y su oración, así como su libre adhesión a Cristo. Y todo ello procede del Espíritu Santo que descenderá sobre ella como sobre los apóstoles según la promesa de Cristo. Esta imagen de María la presenta como el modelo de los creyentes que conserva y confronta las palabras y las acciones de Jesús, una confrontación que es siempre un progresar en el conocimiento de Cristo ".
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La capacidad de María para vivir de la mirada de Dios es "contagiosa". Y el primero que lo experimenta es José.
"Efectivamente con María -explicó el Santo Padre- y sobre todo después, con Jesús, comienza una forma nueva de relacionarse con Dios, de acogerlo en su vida, de entrar en su proyecto de salvación, cumpliendo su voluntad".
Benedicto XVI recordó que aunque el Evangelio no haya conservado ninguna palabra de José, su presencia es
"silenciosa pero fiel, constante, activa" y que José "cumplió plenamente su papel paterno en todos los aspectos".
Entre ellos el Papa habló de cómo José habría educado a Jesús a la oración llevándolo consigo a la sinagoga los sábados y dirigiendo la oración doméstica por las mañanas y al atardecer.
"Así, en el ritmo de las jornadas transcurridas en Nazaret, entre la casa y el taller de José, Jesús aprendió a alternar oración y trabajo y a ofrecer también a Dios la fatiga para ganar el pan que necesitaba la familia".
Después, Benedicto XVI citando la peregrinación de María, José y Jesús al templo de Jerusalén, narrada en el evangelio de San Lucas afirmó que
"la familia judía, como la cristiana, reza en la intimidad doméstica, pero también reza junto con la comunidad, reconociéndose parte del Pueblo de Dios en camino".
Las primeras palabras de Jesús: "¿Por que me buscabais? ¿No sabíais que debo ocuparme de las cosas de mi Padre?" pronunciadas cuando María y José lo encuentran enseñando a los doctores en el Templo, son la llave de acceso a la oración cristiana, "A partir de aquel momento en la vida de la Sagrada Familia se intensificó aun más la oración porque, a través de Jesús (...) no cesará de difundirse y reflejarse en María y José el sentido profundo de la relación con Dios Padre.
LA FAMILIA DE NAZARET
Es el primer modelo de la Iglesia en que, en torno a la presencia de Jesús y gracias a su mediación, todos viven en relación filial con Dios que transforma también las relaciones interpersonales".
"La Sagrada Familia -concluyó- es un icono de la Iglesia doméstica, llamada a rezar unida. La familia es la primera escuela de oración. En ella los niños, desde pequeños, aprenden a percibir el sentido de Dios, gracias a las enseñanzas y al ejemplo de los padres (...) Una educación auténticamente cristiana no puede prescindir de la experiencia de la oración. Si no se aprende a rezar en la familia, será difícil después colmar este vacío. Por eso invito a todos a redescubrir la belleza de rezar juntos como familia siguiendo la escuela de la Sagrada Familia de Nazaret".
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LA FAMILIA DE NAZARET - MEDITACIÓNI. JESÚS QUISO COMENZAR LA REDENCIÓN DEL MUNDO ENRAIZADO EN UNA FAMILIA.
El Mesías quiso comenzar su tarea redentora en el seno de una familia sencilla, normal. Lo primero que santificó Jesús con su presencia fue un hogar. Nada ocurre de extraordinario en estos años de Nazaret, donde Jesús pasa la mayor parte de su vida.
José era el cabeza de familia; como padre legal, él era quien sostenía a Jesús y a María con su trabajo. Es él quien recibe el mensaje del nombre que ha de poner al Niño: Le pondrás por nombre Jesús; y los que tienen como fin la protección del Hijo: Levántate, toma al Niño y huye a Egipto. Levántate, toma al Niño y vuelve a la patria. No vayas a Belén, sino a Nazaret. De él aprendió Jesús su propio oficio, el medio de ganarse la vida. Jesús le manifestaría muchas veces su admiración y su cariño.
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De María, Jesús aprendió formas de hablar, dichos populares llenos de sabiduría, que más tarde empleará en su predicación. Vio cómo Ella guardaba un poco de masa de un día para otro, para que se hiciera levadura; le echaba agua y la mezclaba con la nueva masa, dejándola fermentar bien arropada con un paño limpio. Cuando la Madre remendaba la ropa, el Niño la observaba. Si un vestido tenía una rasgadura buscaba Ella un pedazo de paño que se acomodase al remiendo. Jesús, con la curiosidad propia de los niños, le preguntaba por qué no empleaba una tela nueva; la Virgen le explicaba que los retazos nuevos cuando se mojan tiran del paño anterior y lo rasgan; por eso había que hacer el remiendo con un paño viejo... Los vestidos mejores, los de fiesta, solían guardarse en un arca. María ponía gran cuidado en meter también determinadas plantas olorosas para evitar que la polilla los destrozara. Años más tarde, esos sucesos aparecerán en la predicación de Jesús.
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No podemos olvidar esta enseñanza fundamental para nuestra vida corriente: «la casi totalidad de los días que Nuestra Señora pasó en la tierra transcurrieron de una manera muy parecida a las jornadas de otros millones de mujeres, ocupadas en cuidar de su familia, en educar a sus hijos, en sacar adelante las tareas del hogar. María santifica lo más menudo, lo que muchos consideran erróneamente como intrascendente y sin valor: el trabajo de cada día, los detalles de atención hacia las personas queridas, las conversaciones y las visitas con motivo de parentesco o de amistad. ¡Bendita normalidad, que puede estar llena de tanto amor a Dios!»
2.
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Entre José y María había cariño santo, espíritu de servicio, comprensión y deseos de hacerse la vida feliz mutuamente. Así es la familia de Jesús: sagrada, santa, ejemplar, modelo de virtudes humanas, dispuesta a cumplir con exactitud la voluntad de Dios. El hogar cristiano debe ser imitación del de Nazaret: un lugar donde quepa Dios y pueda estar en el centro del amor que todos se tienen.
¿Es así nuestro hogar? ¿Le dedicamos el tiempo y la atención que merece? ¿Es Jesús el centro? ¿Nos desvivimos por los demás? Son preguntas que pueden ser oportunas en nuestra oración de hoy, mientras contemplamos a Jesús, a María y a José en la fiesta que les dedica la Iglesia.
Referencias:
1 Lc 2, 39-40. — 2 San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 148. — 3 Conc. Vat. II, Const. Lumen gentium, 11. — 4 Cfr. Sal 55, 18; Dan 6, 11; Sal 119. — 5 Juan Pablo II, Exhort. Apost. Familiaris consortio, 60. — 6 Cfr. San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 22. — 7 Ibídem, 23. — 8 Preces. II Vísperas del día 1 de enero. — 9 Conc. Vat. II, Const. Lumen gentium, 11. — 10 Ibídem, 35. — 11 Pablo VI, Aloc. Nazaret, 5-I-1964. — 12 Cfr. Conc. Vat. II, Const. Gaudium et spes, 52. — 13 Juan Pablo II, Exhort. Apost. Familiaris consortio, 86.
LA SAGRADA FAMILIA. Fiesta PRIMER DOMINGO DESPUÉS DE NAVIDAD
Tras la solemnidad del Nacimiento del Señor, la liturgia de la Iglesia fija su mirada en la íntima unión de María, José y el Niño; y los presenta como un icono viviente y modélico para todas las familias del mundo y de la historia. Los textos eucarísticos de este día comienzan con la sugerente antífona de entrada tomada del evangelio de San Lucas: Los pastores fueron corriendo y encontraron a María y a José y al Niño acostado en el pesebre(2,16).
¡Qué curioso! La primera manifestación de Cristo a la humanidad, representada en los pastores, es junto a sus padres. Y en nuestros belenes gustamos representar a María y a José escoltando al humilde Niño escondido en el pesebre. Esta imagen plástica contiene una extraordinaria enseñanza cristiana, y puede ser una buena síntesis del mensaje de este día, especialmente para todas nuestras familias.
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A la luz del acontecimiento de la Encarnación, la familia es un lugar privilegiado para reconocer la presencia actuante del Señor resucitado. Por medio del sacramento del matrimonio, el Señor permanece junto a los esposos para que se amen con fidelidad perpetua, de modo que el amor conyugal se rige, enriquece y sana por el don de la gracia y la caridad de Cristo.
Las familias cristianas pueden manifestar el milagro de la presencia viva del Salvador en el mundo y la auténtica naturaleza de la Iglesia, ya sea por el testimonio del amor entre sus miembros, por su disposición para comunicar la riqueza de su fe y por su generosidad para responder a las necesidades de todos (Gaudium et Spes, 48).
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La familia se convierte de esta forma en el lugar cotidiano de la memoria de Cristo. Un testimonio elocuente de esta realidad nos lo ofrece Santa Teresa del Niño Jesús, al hablarnos de la relación con su padre. En Historia de un alma, Teresita recuerda una Misa solemne en la catedral, sentada al lado de su padre. Este le pide que esté muy atenta, porque el predicador hablaba de Santa Teresa. Pero ella recuerda: “Yo escuchaba bien, en efecto, pero miraba más a papá que al predicador; ¡su bello rostro me decía tantas cosas!…”.
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Con razón llamamos a la familia cristiana iglesia doméstica, porque en ella los padres son para sus hijos los primeros testigos de la fe mediante la palabra y el ejemplo (Lumen Gentium, 11), porque su casa abre las puertas al hambriento, al solitario o al que camina sin esperanza, y porque su presencia en medio del mundo es una de las primeras formas de evangelización (Redemptoris missio, 42 b).
Todo esto solo es posible si cada familia está vitalmente injertada en la gran familia de la Iglesia, participando activamente en su vida y en su misión, acompañada y sostenida por una comunidad en la que la familia de los hijos de Dios que es la Iglesia se hace experiencia concretamente vivida
[1].
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A María y a José no les fue fácil ser familia de Dios. La pobreza, la incomprensión, y la espada de dolor les acompañaron siempre (Lc 2,35); pero no hizo fisura en el amor ni en la obligación de los santos esposos de custodiar al hijo amado, con destino singular.
Tampoco hoy es fácil a los padres y madres de familia educar a sus hijos en los valores que les hagan personas sanas, maduras y responsables, para encarar el futuro con optimismo, como hijos de Dios y miembros de la gran familia de Cristo.
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El hogar cristiano es un lugar natural idóneo para que padres e hijos, según las responsabilidades correlativas, aprendan y practiquen las virtudes humanas y religiosas recomendadas en las lecturas que hoy hemos escuchado: el respeto, atención y servicio, la misericordia entrañable, la bondad, humildad, dulzura, comprensión, agradecimiento. Y por encima de todo, el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada. Cuando entre los esposos no hay amor la convivencia se hace insoportable, y son los hijos los más perjudicados. Una familia sin los lazos del cariño, el respeto mutuo, el diálogo, la amistad, la piedad… está abocada al fracaso.
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Y así se pregunta el padre José María Vidal Martínez
[2] si la pérdida de los valores señalados en buena parte de las familias no es la raíz del fracaso de tantos matrimonios, y de los conflictos entre padres e hijos. ¿Cómo pueden ser fuertes en el amor, en la fidelidad, en la paternidad responsable, en la educación de los hijos, los esposos que no viven la santidad del matrimonio? ¿Cómo no extrañarse de la falta de sacrificio, de donación de sí mismos y de la estabilidad en matrimonios jóvenes e incluso en los jóvenes que acceden a los Seminarios e Institutos de vida consagrada? ¿O cómo podemos admirarnos ante la falta de vocaciones?
Si en los hogares no se aprenden y practican los valores básicos, humanos y cristianos, no se podrá forjar una personalidad responsable, disciplinada, generosa, abierta a la comunión con el Señor y con los demás.
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El padre Enrique Regis Pupey Girad fue un jesuita que ejerció gran influencia apostólica en Francia a principios de este siglo. Contaba un día su vocación a San Pío X. Su madre sentía grandes deseos de ser religiosa, y fue a consultar su vocación con San Juan María Vianney, el Santo Cura de Ars, ya muy anciano. Este le oyó complacido y le respondió sonriente:
-Dios no la quiere a usted religiosa, sino madre de familia.
Y el jesuita contaba que su madre tuvo cuatro hijos y los cuatro fueron religiosos. Al oír esto exclamó el Papa:
-¡Pícaro cura de Ars! En vez de una vocación quería cuatro...
La santidad de nuestras familias generará nuevas familias santas. Ya no se trata de un problema específico de vocaciones a la vida consagrada o sacerdotal. Se trata de la llamada general a la santidad, que de forma tan apremiante nos hizo el Concilio Vaticano II, y de la misma llamada que con tanta insistencia realiza el Papa Juan Pablo II en todos sus documentos e intervenciones. ¡Familia, sé lo que eres! O sea, cumple con tus obligaciones.
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LA SAGRADA FAMILIA. Fiesta PRIMER DOMINGO DESPUÉS DE NAVIDAD.
LA SAGRADA FAMILIA, ICONO DE LA IGLESIA DOMÉSTICA
Recordamos hoy unas palabras del Papa emérito Benedicto XVI sobre esta fiesta de la Sagrada Familia: “La casa de Nazaret, dijo el Papa, es una escuela de oración en que se aprende a escuchar, a meditar”
“La casa de Nazaret, dijo el Papa, es una escuela de oración en que se aprende a escuchar, a meditar, a penetrar en el significado profundo de la manifestación del Hijo de Dios, a través del ejemplo de María, José y Jesús“.
“La contemplación de Cristo alcanza su modelo insuperable en María” que “vive con los ojos puestos en Cristo y atesora cada palabra suya (…) El evangelista Lucas nos hace conocer el corazón de María, su fe, su esperanza y obediencia, su interioridad y su oración, así como su libre adhesión a Cristo. Y todo ello procede del Espíritu Santo que descenderá sobre ella como sobre los apóstoles según la promesa de Cristo. Esta imagen de María la presenta como el modelo de los creyentes que conserva y confronta las palabras y las acciones de Jesús, una confrontación que es siempre un progresar en el conocimiento de Cristo “.
La capacidad de María para vivir de la mirada de Dios es “contagiosa“. Y el primero que lo experimenta es José. “Efectivamente con María -explicó el Santo Padre- y sobre todo después, con Jesús, comienza una forma nueva de relacionarse con Dios, de acogerlo en su vida, de entrar en su proyecto de salvación, cumpliendo su voluntad”.
Benedicto XVI recordó que aunque el Evangelio no haya conservado ninguna palabra de José, su presencia es “silenciosa pero fiel, constante, activa” y que José “cumplió plenamente su papel paterno en todos los aspectos“. Entre ellos el Papa habló de cómo José habría educado a Jesús a la oración llevándolo consigo a la sinagoga los sábados y dirigiendo la oración doméstica por las mañanas y al atardecer. “Así, en el ritmo de las jornadas transcurridas en Nazaret, entre la casa y el taller de José, Jesús aprendió a alternar oración y trabajo y a ofrecer también a Dios la fatiga para ganar el pan que necesitaba la familia”.
Después, Benedicto XVI citando la peregrinación de María, José y Jesús al templo de Jerusalén, narrada en el evangelio de San Lucas afirmó que “la familia judía, como la cristiana, reza en la intimidad doméstica, pero también reza junto con la comunidad,reconociéndose parte del Pueblo de Dios en camino”.
Las primeras palabras de Jesús: “¿Por que me buscabais? ¿No sabíais que debo ocuparme de las cosas de mi Padre?” pronunciadas cuando María y José lo encuentran enseñando a los doctores en el Templo, son la llave de acceso a la oración cristiana, “A partir de aquel momento en la vida de la Sagrada Familia se intensificó aun más la oración porque, a través de Jesús (…) no cesará de difundirse y reflejarse en María y José el sentido profundo de la relación con Dios Padre. La familia de Nazaret es el primer modelo de la Iglesia en que, en torno a la presencia de Jesús y gracias a su mediación, todos viven en relación filial con Dios que transforma también las relaciones interpersonales”.
“La Sagrada Familia -concluyó- es un icono de la Iglesia doméstica, llamada a rezar unida. La familia es la primera escuela de oración. En ella los niños, desde pequeños, aprenden a percibir el sentido de Dios, gracias a las enseñanzas y al ejemplo de los padres (…) Una educación auténticamente cristiana no puede prescindir de la experiencia de la oración. Si no se aprende a rezar en la familia, será difícil después colmar este vacío. Por eso invito a todos a redescubrir la belleza de rezar juntos como familia siguiendo la escuela de la Sagrada Familia de Nazaret”.
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