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"Soy un hombre de armas, un soldado, scout. Paradójicamente, al único de mi especie que admiro, empuñó solamente la palabra, su técnica fue la humildad, su táctica la paciencia y la estrategia que le dio su mayor victoria fue dejarse clavar en una cruz por aquellos que amaba".

“Espíritu Santo, inspírame lo que debo pensar, lo que debo decir, lo que debo callar, lo que debo escribir, lo que debo hacer, como debo obrar, para el bien de los hombres, de la iglesia y el triunfo de Jesucristo”.

Desde La Trinchera Del Buen Combate en Argentina. Un Abrazo en Dios y La Patria.

1 de agosto de 2012

LA CONSAGRACIÓN: EL ELEMENTO CENTRAL DE NUESTRA VIDA CRISTIANA. (SAN ALBERTO HURTADO)

¡Oh, si fuéramos a la Misa a ofrecernos en el ofertorio, la consagración sería el elemento central de nuestra vida cristiana!
San Alberto Hurtado
Biografía:

ALBERTO HURTADO CRUCHAGA S.J.

Alberto Hurtado Cruchaga nació en Viña del Mar, Chile, el 22 de Enero de 1901. Formó parte de una familia muy cristiana y unida.
Cuando tenía sólo 4 años murió su padre, Alberto. Desde entonces Ana, su madre, debió hacerse cargo de él y de su hermano Miguel.
En 1909 entró becado al Colegio San Ignacio, donde se distinguió por ser buen compañero, alegre, comunicativo y piadoso. Su tiempo libre lo ocupaba en visitar y ayudar a los más necesitados.
Terminado el colegio ingresó, en 1918, a estudiar leyes en la Universidad Católica y al mismo tiempo trabajaba para ayudar a su madre. Participó activamente en política y fue prosecretario del Partido Conservador y su candidato Luis Barros Borgoño.
Sin embargo, su vocación era ser sacerdote. Ya a los 15 había presentado su primera solicitud para ingresar a la Compañía de Jesús, pero se le aconsejó esperar hasta concluir el bachillerato. Rezaba horas para poder realizarla y Dios lo oyó: su madre recibió un dinero que se le adeudaba, con el cual podría vivir tranquila.
Alberto Hurtado entró a la Compañía de Jesús en 1923. Tras 10 años de preparación y estudios de filosofía, teología, psicología y pedagogía, fue ordenado sacerdote en Bélgica, en 1933.
A su regreso, en 1936, el país estaba sumido en una gran crisis social. Se dedicó de lleno a sus alumnos del colegio, a los cuales no sólo enseñaba sino que dirigía espiritualmente. Fue un gran educador de juventudes.
Encontrarse con personas enfermas, pobres o niños abandonados que dormían bajo los puentes del río Mapocho lo motivó a crear un lugar donde pudieran refugiarse: el Hogar de Cristo.
Su entusiasmo, oración y la ayuda de personas generosas hicieron realidad su gran obra en 1944. El Padre Hurtado fundó también talleres para educar y capacitar en un trabajo digno a los más necesitados.
Además, publicó y dictó conferencias sobre el sacerdocio, los problemas de la adolescencia, el catolicismo, la educación y el orden social. Fue fundador de la Revista Mensaje y de la Acción Sindical Chilena.
Motivado por la distancia que en Chile había entre ricos y pobres y por la frialdad con que las clases acomodadas observaban esto, en 1941 publicó el libro "¿Es Chile un país católico?".
El Padre Hurtado murió el 18 de agosto de 1952, a los 51 años, víctima de cáncer al páncreas, del que nunca se quejó; al contrario y aceptando la voluntad de Dios, siempre repetía: "Contento, Señor, contento".
Su funeral fue celebrado por el entonces obispo de Talca, monseñor Manuel Larraín, quien por esos días declaró que es "una visita de Dios a la patria chilena".
El 19 de noviembre de 1995 se abrieron las puertas del Santuario del Padre Hurtado ubicado en el corazón de Estación Central, entre el Hogar de Cristo y la Parroquia Jesús Obrero. Allí descansan sus restos y se calcula que 600 mil peregrinos lo visitan cada año.

PENSAMIENTOS DE SAN ALBERTO HURTADO

 Lo que hayamos dado a Cristo en el pobre estará colocado en la eternidad.

 Nunca habremos dado lo suficiente a Dios si no se lo hemos dado todo. 

 La alegría o el dolor es siempre visita de Dios. 

La vida nos ha sido dada para buscar a Dios. La muerte, para encontrarlo. La eternidad, para poseerlo. 

La oración es la conversación del hijo con su Padre Dios. Cuando oramos, es Cristo que habla por nuestros labios; cuando nos arrodillamos, es Cristo que se arrodilla en nosotros. 

Él es nuestro mayor bien, nuestro tesoro, el fin de nuestra vida, el único que colma nuestras aspiraciones. 

La mayor mortificación es aceptar todo lo que Dios nos envía: el bien y el mal, la alegría y el sufrimiento. 

Cristo murió crucificado... Los que sufrís, alegraos, eso pasa. 

Cristo tuvo esperanza y esa esperanza somos nosotros. 

La caridad comienza donde termina la justicia.

Si supiéramos amar, despertaríamos amor y habría un trato de más sincera amistad. 

¿Qué haría Cristo en mi lugar?

Morir por caridad es: Morir sin haber hecho mal a nadie y bien a todos. Desfallecer por ayudar a otros y llevar su carga. Consolando, instruyendo... haciendo el bien. 

Alegría de vivir. Contento, señor, contento.

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