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"Soy un hombre de armas, un soldado, scout. Paradójicamente, al único de mi especie que admiro, empuñó solamente la palabra, su técnica fue la humildad, su táctica la paciencia y la estrategia que le dio su mayor victoria fue dejarse clavar en una cruz por aquellos que amaba".

“Espíritu Santo, inspírame lo que debo pensar, lo que debo decir, lo que debo callar, lo que debo escribir, lo que debo hacer, como debo obrar, para el bien de los hombres, de la iglesia y el triunfo de Jesucristo”.

Desde La Trinchera Del Buen Combate en Argentina. Un Abrazo en Dios y La Patria.

31 de agosto de 2012

ESCUELA DE ORACIÓN DE BENEDICTO XVI. SELECCIÓN DE TEXTOS

Necesidad de la oración

1. “El hombre ha sido creado por Dios y para Dios. Tiene su imagen impresa en su ser y por eso anhela la luz que le permite responder al sentido profundo de su existencia, una respuesta que no está en las ciencias empíricas” (11 de mayo, 2011).

2. “A nosotros, con frecuencia preocupados por la eficacia operativa y por los resultados (…) que conseguimos, la oración de Jesús nos indica que nos hace falta detenernos, vivir momentos de intimidad con Dios, ‘separándonos’ del fragor de cada día para escuchar, para ir a la ‘raíz’ que sostiene y alimenta la vida. Uno de los momentos más hermosos de su plegaria es cuando, a la hora de hacer frente a las

enfermedades, a las dificultades y límites de sus interlocutores, reza a su Padre enseñando a quienes lo rodean dónde hay que buscar la fuente de la que brotan la esperanza y la salvación” (7 de marzo, 2012)

3. “También nosotros debemos llevar los acontecimientos de nuestra vida cotidiana a nuestra oración, para buscar su significado más profundo. Y como la primera comunidad cristiana, dejándonos iluminar por la Palabra de Dios, a través de la meditación de la Sagrada Escritura, podemos aprender a ver que Dios está presente en nuestras vidas, incluso en tiempos difíciles, y que todo (…) forma parte de un diseño superior de amor en el que la victoria final sobre el mal, sobre el pecado y la muerte, es realmente la del bien, la de la gracia, la de la vida, la de Dios” (18 de abril, 2012).

4. “Sin la oración diaria vivida con fidelidad, nuestro obrar se vacía, pierde el alma profunda, se reduce a un simple activismo que nos deja insatisfechos. (…) Todos los pasos de nuestra vida, todas las acciones -también las de la Iglesia- deben ser hechas ante Dios, en la oración, a la luz de su Palabra”. Cuando la oración se alimenta con la Palabra de Dios, “se ve la realidad con ojos nuevos, con los ojos de la fe, y el Señor, que habla a la mente y al corazón, da nueva luz al camino en cualquier situación. Nosotros creemos en la fuerza de la Palabra de Dios y de la oración. (…) Si los pulmones de la oración y de la Palabra de Dios no alimentan la respiración de nuestra vida espiritual, nos arriesgamos a ahogarnos en medio de las mil cosas de todos los días. La oración es la respiración del alma y de la vida” (25 de abril, 2012).

5. En el momento del martirio de San Esteban, afirmó el Papa, “se manifiesta una vez más la fecunda relación entre la Palabra de Dios y la oración”. Pero: “¿De dónde sacó el primer mártir cristiano la fuerza para hacer frente a sus perseguidores y llegar hasta la entrega de sí mismo? La respuesta es simple: de su relación con Dios, de su comunión con Cristo, de la meditación sobre la historia de la salvación, de ver la acción de Dios, que alcanza su cumbre en Jesucristo” (2 de mayo, 2012).

6. “Tenemos que abrirnos a la presencia y la acción del Espíritu Santo para que nos lleve a Dios con todo nuestro corazón y todo nuestro ser. El Espíritu de Cristo se convierte en la fuerza de nuestra oración ‘débil’, en la luz de nuestra oración ‘apagada’, enseñándonos a vivir, enfrentándonos a las pruebas de la existencia, de la certeza de que no estamos solos, abriéndonos a los horizontes de la humanidad y de la creación ‘que gime y sufre con dolores de parto’” (16 de mayo, 2012).

Perseverancia en la oración. Orar en el momento del dolor.
1. “La oración requiere cercanía, es una lucha, en la que hace falta fuerza de ánimo y tenacidad para conseguir la bendición, que sólo alcanzamos cuando reconocemos nuestra debilidad y nos abandonamos a su misericordia” (25 de mayo, 2011).

2. “¡Que el Señor nos de fe, salga a la ayuda de nuestra debilidad y nos haga capaces de creer y rezar en todas las angustias, en las noches dolorosas de la duda y en los largos días del dolor, abandonándonos con confianza a Él que es nuestro escudo y nuestra

gloria!”, concluyó Benedicto XVI (7 de septiembre, 2011).

3. “También nosotros, como el Salmista, si caminamos detrás del ‘Pastor Bueno’, aunque puedan parecer difíciles, tortuosos o largos los senderos de la vida, incluso a menudo en zonas desérticas espiritualmente, sin agua y con un sol de racionalismo abrasador, bajo la guía del Señor debemos estar seguros de que estos son los ‘justos’ para nosotros y que el Señor nos guía, está siempre cerca de nosotros y que no nos faltará nada” (5 de octubre, 2011).

4. “Contemplando la oración de Jesús, surge la pregunta: ¿Cómo oramos? ¿Cuánto tiempo dedicamos a la relación con Dios? ¿Se educa y se forma suficiente a la oración? La oración es un don y es obra de Dios, pero exige empeño y continuidad.” (30 de noviembre, 2011).

5. “En la oración traemos a Dios nuestras cruces diariamente, en la certeza de que Él está presente y nos escucha. El grito de Jesús nos recuerda que en la oración, debemos superar las barreras de nuestro “yo” y de nuestros problemas y abrirnos a las necesidades y sufrimientos de los demás. La oración de Jesús agonizante en la cruz nos enseña a orar con amor por tantos hermanos y hermanas que sienten el peso de la vida cotidiana, que viven momentos difíciles, que permanecen en el dolor, sin una palabra de consuelo; traigamos todo esto al corazón de Dios, para que ellos puedan sentir también el amor de Dios que nunca nos abandona” (8 de febrero 2012).

Abandono en Dios. La oración confiada.
1. “Esta es una tentación constante en el camino de la fe: eludir el misterio divino construyendo un dios comprensible que corresponda a nuestros esquemas y proyectos” (1 de junio, 2011).

2. “El grito inicial del salmista, ‘Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado’, “es una llamada a un Dios que parece lejano, que no responde. (…) Dios calla, y este silencio lacera el ánimo del orante, que llama incesantemente sin encontrar respuesta”. Sin embargo, el orante “llama al Señor ‘Dios mío’, en un acto extremo de confianza y de fe. A pesar de las apariencias, el salmista no puede creer que la relación con el Señor se haya interrumpido totalmente” (15 de septiembre, 2011).

3. “Este salmo nos enseña que (…) debemos permanecer siempre abiertos a la esperanza y firmes en la fe en Dios. Nuestra historia, aunque a menudo esté marcada por sinsabores, incertidumbres y momentos de crisis, es una historia de salvación y de ‘restablecimiento de las suertes’. En Jesús acaba nuestro exilio, (…) en el misterio de su Cruz, de la muerte transformada en vida, como la semilla de trigo que se rompe en la tierra y se transforma en espiga” (12 de octubre, 2011).

4. “En la oración de petición al Señor, no debemos esperar que se cumpla inmediatamente lo que pedimos, nuestra voluntad, sino que más bien hemos de confiar en la voluntad del Padre, leyendo cada acontecimiento desde la perspectiva de su gloria, de su plan de amor, a menudo misterioso a nuestros ojos. Por eso, en nuestra oración deberían fundirse petición, alabanza y acción de gracias, incluso cuando nos parece que Dios no responde a nuestras esperanzas concretas. El abandonarse al amor de Dios, que nos precede y acompaña siempre, es una de las actitudes de fondo de nuestro diálogo con Él. (…) Más allá de lo que Dios nos da cuando lo invocamos, el mayor don que nos otorga es su amistad, su presencia, su amor” (14 de diciembre, 2011).

5. Cuando rezamos el Padre Nuestro, “pedimos al Señor: ‘Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo’. Reconocemos que existe una voluntad de Dios sobre nuestra vida, y que ha de ser cada día más la referencia de nuestro querer y de nuestro ser; reconocemos también que (…) la tierra sólo se hace cielo, lugar de la presencia del amor, la bondad, la verdad, la belleza divina, si en ella se hace la voluntad de Dios”. Así, en nuestra oración “debemos aprender a confiar más en la divina Providencia, pedir a Dios la fuerza para salir

de nosotros mismos y renovar nuestro ‘sí’, para decirle: ‘hágase tu voluntad’, para conformar nuestra voluntad con la suya. Es una oración que debemos repetir a diario, porque no siempre es fácil confiarse a la voluntad de Dios” (1 de febrero, 2012).

6. “Deseo hablar hoy sobre la oración de Jesús en la cruz, desde las tres palabras que nos ha transmitido el Evangelio de Lucas. En la primera palabra, Jesús dirige al Padre una intercesión por sus verdugos y da la razón de esta súplica: «no saben lo que hacen». La ignorancia atenúa la culpa, y deja así abierta la vía hacia la conversión. La segunda palabra es la respuesta que da a la oración de uno de los dos hombres crucificado con Él. Después de una vida equivocada, Jesús en comunión con el Padre, abre al hombre las puertas del paraíso. La última palabra es de confianza. Si bien, el momento de morir es dramático, la oración de Jesús está invadida de una profunda calma que nace de la confianza en el Padre y de la voluntad de entregarse totalmente a Él (15 de febrero, 2012).

Orar con la Sagrada Escritura
1. “En los Salmos aprendemos a rezar con las palabras de Dios y del mismo modo que el niño aprende a expresar sus sentimientos con palabras ajenas, que recoge de sus padres, repitiéndolas hasta hacerlas suyas, así también nosotros nos apropiamos de las palabras que Dios nos ofrece en este libro, para poderle alabar como Él quiere” (22 de junio, 2011)

2. El Salmo nos invita a “contemplar a

Cristo para comprender el sentido de la verdadera realeza, que hay que vivir en el servicio y la entrega, en un camino de obediencia y de amor llevado ‘hasta el fin’.

Rezando este salmo, pidamos al Señor que podamos avanzar nosotros también por sus caminos siguiendo a Cristo, el rey Mesías, dispuestos a subir con Él al monte de la cruz para llegar con Él a la gloria y contemplarlo sentado a la derecha del Padre, rey victorioso y sacerdote misericordioso que perdona y salva a todos los hombres” (16 de noviembre, 2011).

María Maestra de Oración.
1. Benedicto XVI ha pasado a comentarla actitud de la madre del Señor: “que‘custodiaba, meditándolas en sucorazón’ las palabras que le habíansido dirigidas y los sucesosmaravillosos en los que Dios serevelaba, pidiendo su sí. Es Ella, dehecho, la verdadera ‘beata’,proclamada como tal por Isabel por’haber creído que se cumplirá lo que tefue anunciado de parte del Señor’, y esde Ella y de su fe de quien el mismoJesús da testimonio cuando, a la mujer que gritaba ‘Bendito el seno que te ha llevado’, responde: ‘Felices más bien los que escuchan la Palabra de Dios y la practican’” (9 de noviembre, 2011).

2. “Si nos hacemos pequeños, entrando en la lógica divina, podremos

pronunciar con Jesús nuestro ‘Sí’ a ese plan de Dios, como hizo María en la Anunciación. El Señor se llenó de alegría en el Espíritu al hacer esta oración; también nosotros, llenos del Espíritu Santo, podemos proclamar “¡Abba, Padre!”, y en la oración del Padrenuestro pedir que se haga su voluntad, en el cielo como en la tierra, sabiendo que en ella, en seguir a Cristo y acoger su yugo, está nuestro consuelo” (7 de diciembre, 2011).

3. “María nos enseña la necesidad de la oración y nos indica que sólo con un lazo constante, íntimo, lleno de amor, con su Hijo podemos salir de ‘nuestra casa’ con valor para (…) anunciar en todas partes al Señor Jesús, salvador del mundo” (14 de marzo, 2012).

Oración por la Iglesia
1. “Una palabra dirigida también a nosotros: que en nuestras ciudades haya un germen de bien, que hagamos lo necesario para que no sean sólo diez justos, para conseguir realmente, hacer vivir y sobrevivir a nuestras ciudades y para salvarlas de esta amargura interior que es la ausencia de Dios” (18 de mayo, 2011).

2. Benedicto XVI invitó a los fieles a leer la oración sacerdotal de Jesús y a meditar sobre ella, así como a rezar pidiendo a Dios “que nos ayude a entrar, de modo pleno, en el proyecto que tiene para cada uno de nosotros; pidámosle ser ‘consagrados’ a Él, pertenecerle cada vez más, para poder amar cada vez más a los demás; pidámosle ser siempre capaces de abrir nuestra oración a las dimensiones del mundo, sin encerrarnos en la petición de ayuda para nuestros propios problemas, sino recordando a nuestro prójimo ante el Señor, captando la belleza de interceder por los demás; pidámosle el don de la unidad visible de todos los creyentes en Cristo (…) para que estemos siempre preparados a responder a cualquiera que nos pregunte por la razón de la esperanza que está en nosotros” (25 de enero, 2012).

3. El episodio de la liberación de Pedro, ha concluido Benedicto XVI, “nos dice que la Iglesia, cada uno de nosotros, atraviesa la noche de la prueba, pero la vigilancia incesante de la oración nos sostiene. (…) Mediante la oración constante y confiada, el Señor nos libera de las cadenas, nos guía, (…) nos da serenidad de corazón para afrontar

las dificultades de la vida, incluso el rechazo, la oposición, la persecución. (…) El Apóstol, a pesar de estar encadenado, se siente tranquilo, con la certeza de no estar nunca solo: la comunidad está rezando por él, el Señor está a su lado; es más, sabe que ‘la fuerza de Cristo se manifiesta plenamente en la debilidad” (9 de mayo, 2012).

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