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"Soy un hombre de armas, un soldado, scout. Paradójicamente, al único de mi especie que admiro, empuñó solamente la palabra, su técnica fue la humildad, su táctica la paciencia y la estrategia que le dio su mayor victoria fue dejarse clavar en una cruz por aquellos que amaba".

“Espíritu Santo, inspírame lo que debo pensar, lo que debo decir, lo que debo callar, lo que debo escribir, lo que debo hacer, como debo obrar, para el bien de los hombres, de la iglesia y el triunfo de Jesucristo”.

Desde La Trinchera Del Buen Combate en Argentina. Un Abrazo en Dios y La Patria.

1 de julio de 2012

EL HOMBRE SE REALIZA PLENAMENTE CUANDO HACE LA VOLUNTAD DE DIOS, AFIRMA BENEDICTO XVI

VATICANO, 27 Jun. 12 / 10:12 am (ACI/EWTN Noticias).- Esta mañana, durante la Audiencia General de los miércoles, el Papa Benedicto XVI lamentó que en ocasiones el hombre crea tener el poder de Dios, pero recordó que la plena realización está en hacer la voluntad del Padre sirviendo con caridad a los demás.

El Santo Padre subrayó que a menudo la lógica humana "intenta la realización de sí mismo en el poder, en el dominio, en los medios poderosos. El hombre sigue queriendo construir con sus propias fuerzas la torre de Babel para llegar a la altura de Dios, para ser como Dios. La Encarnación y la Cruz nos recuerdan que la realización plena está en conformar la voluntad humana a la del Padre, en el desapego total de uno mismo, del propio egoísmo, para llenarse del amor y de la caridad de Dios y, así, llegar a ser verdaderamente capaces de amar a los demás".

"Adán quería imitar a Dios, pero tenía una idea equivocada de Dios. Dios no quiere sólo la grandeza, Dios es amor que da, ya desde la Trinidad y luego en la Creación. Imitar a Dios significa salir de sí mismo y entregarse en el amor", "sólo si logramos salir de nosotros, nos encontramos", agregó.En este sentido, explicó que en la oración, en la relación con Dios, debemos abrir "la mente, el corazón y la voluntad a la acción del Espíritu Santo, para entrar en esta misma dinámica de vida".

"Nuestra oración está hecha, como hemos visto en los pasados miércoles, de silencio y de palabras, de canto y de gestos que implican a toda la persona: desde la boca hasta la mente, del corazón a todo el cuerpo. Es una característica que encontramos en la oración judía, especialmente en los Salmos", dijo el Santo Padre al referirse a "uno de los cantos o himnos más antiguos de la tradición cristiana, que San Pablo nos presenta en lo que, en cierto sentido, es su testamento espiritual: la Carta a los Filipenses".

Benedicto XVI recordó que San Pablo escribe esta carta mientras está en la cárcel condenado a muerte, y "expresa la alegría de ser discípulo de Cristo, de poder ir a su encuentro, hasta el punto de ver la muerte no como una pérdida, sino como una ganancia".

San Pablo, a través de su carta invita a la alegría, "una característica fundamental –recordó-, de nuestro ser cristianos y de nuestra orar".

"’Estad siempre alegres en el Señor, lo repito de nuevo: ¡Alegraos!’. Pero, ¿cómo puede regocijarme frente a una sentencia de muerte ya inminente? ¿De dónde, o mejor dicho, de quién San Pablo recoge la serenidad, la fuerza, el coraje de ir hacia su martirio y al derramamiento de sangre?".

El Papa explicó que la respuesta está en el canto para Cristo, más conocido como el himno cristológico, "un canto que centra toda la atención en los sentimientos de Cristo, es decir, en su modo de pensar y su actitud concreta vivida".

Benedicto XVI dijo que estos sentimientos son el amor, la generosidad, la humildad, la obediencia a Dios, y el darse a uno mismo, "no se trata simplemente de seguir el ejemplo de Jesús como algo moral, sino de volcar toda la existencia en su propia manera de pensar y actuar".

Dentro de este marco, el Papa recordó a los fieles que la oración "debe llevar hacia un conocimiento y una unión en el amor cada vez más profunda con el Señor, para poder pensar, actuar y amar como Él, en Él y por Él".

"Ejercitarse en eso, aprender los sentimientos de Jesús es el camino de la vida cristiana", subrayó.

Además, Benedicto XVI indicó que este canto condensa todo "el itinerario divino y humano del Hijo de Dios, que abarca toda la historia humana: del ser en la condición de Dios, a la encarnación, a la muerte en una cruz y a la exaltación en la gloria del Padre, y en parte también el comportamiento de Adán, del hombre desde el principio".

"El verdadero Dios y verdadero hombre, no vive su ‘ser como Dios’ para triunfar o para imponer su supremacía, no lo considera como una posesión, un privilegio, un tesoro al qué aferrarse. Sino que ‘se desnudó’, se vació de sí mismo tomando –como dice el texto griego, la ‘morphe Doulos’, la ‘forma de siervo, de esclavo’, una realidad humana marcada por el sufrimiento, la pobreza, y la muerte".

El Papa explicó que Cristo "se asemejó en todo a los hombres excepto en el pecado, comportándose como un servidor dedicado completamente al servicio de los demás", y en este sentido "tomó sobre sí las fatigas junto a los miembros que sufren. Hizo suyas nuestras humildes enfermedades, y sufrió tormentos por amor a nosotros: esto en conformidad con su gran amor por la humanidad".

El Hijo de Dios "se hizo verdaderamente hombre y cumplió un camino en completa obediencia y fidelidad a la voluntad del Padre, hasta el supremo sacrificio de su vida", y "se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y la muerte de cruz", dijo al recordar las palabras del Apóstol.

"En la cruz Jesucristo alcanzó el mayor grado de humillación, ya que la crucifixión era el castigo reservado a los esclavos y no a las personas libres", recordó.

"En la cruz de Cristo, el hombre es redimido, y la experiencia de Adán se modifica, dándose la vuelta completamente: Adán, creado a imagen y semejanza de Dios, pretendía ser como Dios, con sus propias fuerzas, ocupar el lugar de Dios, y así perdió la dignidad original que se le había dado. Jesús, sin embargo, aun estando en la condición divina, se rebajó, se sumergió en la condición humana, en total fidelidad al Padre, para redimir al Adán que llevamos dentro para volverle a dar al hombre la dignidad que había perdido", afirmó.

De este modo, el Santo Padre reiteró su llamado a imitar a Jesús, que volvió "a dar a la naturaleza humana a través de su humanidad y obediencia, lo que se había perdido por la desobediencia de Adán".

Finalmente, en su saludo a los peregrinos de lengua española, el Santo Padre los invitó a "fijar durante la oración la mirada en el Crucifijo, a detenerse más a menudo para la adoración Eucarística y así entrar en el amor de Dios, que se ha rebajado con humildad para elevarnos hacia Él".

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