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"Soy un hombre de armas, un soldado, scout. Paradójicamente, al único de mi especie que admiro, empuñó solamente la palabra, su técnica fue la humildad, su táctica la paciencia y la estrategia que le dio su mayor victoria fue dejarse clavar en una cruz por aquellos que amaba".

“Espíritu Santo, inspírame lo que debo pensar, lo que debo decir, lo que debo callar, lo que debo escribir, lo que debo hacer, como debo obrar, para el bien de los hombres, de la iglesia y el triunfo de Jesucristo”.

Desde La Trinchera Del Buen Combate en Argentina. Un Abrazo en Dios y La Patria.

21 de julio de 2012

JESUITA QUE FUE REINA DE ESPAÑA


Juana de Austria
por Alonso Sánchez Coello (1557)
Un buen día hace más de cuatrocientos setenta y siete años ya, veía la luz una de las grandes madrileñas de la historia, por no decir “la gran” madrileña de la historia, Juana de Habsburgo o de Austria, nacida el 24 de junio de 1535. Le avala el más ilustre linaje que imaginar quepa. Es hija del Emperador Carlos V y de Isabel de Portugal, y es hermana de Felipe II. Llamada Juana por haber nacido el 24 de junio y por su abuela paterna, la reina loca, estaba dotada de una proverbial inteligencia. Con apenas ocho años hablaba corrientemente español, portugués y latín, tocaba instrumentos y era una ávida lectora de muchos libros que a cualquiera que no fuera de su regia posición le estaban vedados.
En 1552, la hermosa y esbelta Juana casa, como todo lo que hizo en su vida, a la tempranísima edad de los diecisiete años. Lo hace con su primo Juan, príncipe heredero de la corona de Portugal, aún más joven, quince años, el cual morirá apenas dos después de tuberculosis, no sin dejar a Juana embarazada de quien luego será el Rey Sebastián I de Portugal, el rey cuya muerte en Alcazarquivir en 1578 abrirá el proceso sucesorio que finalizará con la elevación al trono portugués de Felipe II de España, bajo el nombre de Felipe I de Portugal.
En un movimiento indudablemente vinculado a la intención de su padre, el Emperador Carlos V, de abdicar, Juana abandona Portugal, dejando con todo dolor a su hijo Sebastián a recaudo de su suegra y tía, la reina portuguesa Catalina de Austria, y vuelve a España para ocuparse de la regencia de nuestro país, que asume el 12 de julio de 1554, con diecinueve años de edad, mientras su hermano Felipe, heredero del trono y rey de España desde 1556, marchaba para realizar lo que se daría en llamar el “Felicísimo Viaje” por Italia y Países Bajos, culminado con su boda con la reina de Inglaterra, María Tudor, a la sazón su propia tía segunda. Juana no volvería ya a Portugal, ni volvería a ver nunca más a su hijo.
Auto de fe de Valladolid
Juana, cuya regencia es alabada por todos los historiadores por su ponderación y su mesura, siendo el adjetivo con el que más se la ensalza en su época, aún a pesar de su hermosura y femineidad, el de “varonil”, hará alarde de una gran independencia de criterio, hasta el punto de contravenir a menudo las instrucciones recibidas de su propio hermano, el rey titular Felipe II. Su gobierno durará cinco años (para que se hagan idea, tanto como el de Adolfo Suárez por ejemplo) hasta que en 1559, Felipe vuelve a España, viudo ya de su tía segunda, la reina de Inglaterra. Ha de lidiar Juana con asuntos tan graves como los focos protestantes de Valladolid y Sevilla: de hecho hubo de presidir durante once largas horas el auto de fe de Valladolid que finaliza con 14 quemados, del que incluso llegó a ausentarse en algún momento por no soportarlo más; también el caso Carranza, el arzobispo de Toledo que quiso eliminar la Inquisición.

Convento de las Desclazas Reales de Madrid

San Francisco de Borja.
Por Martínez de Montañés (1625)
Estando involucrada de lleno en la regencia, se abre un nuevo período de la vida de Juana, pues la hermana del rey de España, reina de Portugal, hija del emperador y regente de España, profesa como jesuita, siendo la única mujer que lo ha hecho en la historia, ya que su fundador no tenía previsto abrir una sección femenina de la orden. Cosa que hizo gracias a un acuerdo secreto con dos santos (semejante mujer no iba a negociar con personajes menos encumbrados), el mismísimo fundador San Ignacio de Loyola, y San Francisco de Borja, jesuita también, su confesor y gran confidente y amigo, con el que de hecho fue acusada con toda falsedad de mantener relaciones ilícitas. Juana profesaría bajo nombre supuesto, Mateo Sánchez. Y el caso es que Ignacio de Loyola no pudo hacer mejor excepción a su regla, pues desde su regia posición, Juana de Austria apoyará incondicionalmente a la orden, la cual probablemente no sería hoy día como es de no haber gozado de la leal y eficacísima protección de Juana.
En el día de la Asunción, es decir el 15 de agosto, de 1559, en el último año de su regencia y por consejo de su confesor Francisco de Borja, Juana de Austria funda en lo que fuera el palacio de Alfonso VI en Madrid, el Convento de las Descalzas Reales, en el que profesarán significadísimas mujeres de la realeza y de la alta nobleza española. Dándose la circunstancia de que esta mujer fuera de lo común, siendo reina y jesuita, lo funda para la orden de las clarisas, es decir, para la sección femenina de los franciscanos. Todo lo cual no será óbice para que su hermano Felipe haga un postrer intento de casarla con su propio hijo, sobrino de ella, Carlos, a lo que ella se niega rotundamente. No tanto por cuestiones de parentesco o sentimentales, cuanto por el firme propósito que se había hecho de no volver a casar en su vida, un propósito afianzado con su nueva (y secreta) condición de jesuita.
Así que con veinticuatro años de edad, Juana hablaba varios idiomas; tocaba varios instrumentos; había sido reina de Portugal; había sido madre y no de cualquier niño sino de todo un rey de Portugal; había ejercido cinco años como excelente reina de España; y era monja jesuita, la única de la historia, así como fundadora de un convento.
El 8 de septiembre de 1573, con apenas treinta y ocho años de edad, demasiado temprano como todo lo que hizo en su vida, un tumor se lleva la vida de la monja-reina en Madrid, siendo enterrada en el Monasterio de El Escorial, y de allí trasladada, como es fácil de entender, al convento de su fundación, en un maravilloso sepulcro que le esculpirá Pompeo Leoni. Moría sólo un año después de su gran amigo y confesor Francisco de Borja.
La historiografía española, y concretamente la ciudad de Madrid en la que nació, en la que ejerció de regente y en la que dejó lo que es su gran obra histórica, el Convento de las Descalzas Reales, está en deuda con esta increíble española de pro y madrileña universal, verdadero prodigio de la historia, ya que su figura no es lo conocida y apreciada que sus muchos logros y realizaciones ameritan.
http://www.religionenlibertad.com/articulo.asp?idarticulo=23870

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