“La fe” es la humildad de la razón, que renuncia a su propio criterio y se postra ante los juicios y la autoridad de la Iglesia.
“La obediencia” es la humildad de la voluntad, que se sujeta al querer ajeno, por Dios.
“La castidad” es la humildad de la carne, que se somete al espíritu.
“La mortificación” exterior es la humildad de los sentidos.
(Se refiere a la vista, gusto, oído y tacto, que se humillan con pequeños vencimientos: no mirar determinadas cosas -aun no siendo malas-, comer un poquito menos de lo que gusta más o un poco más de lo que gusta menos, prescindir de una bebida, cortar determinadas conversaciones, mortificar la curiosidad, et., etc. Todo eso supone que los sentidos se humillan)
“La penitencia” es la humildad de todas las pasiones, inmoladas al Señor.
La humildad es la verdad en el camino de la lucha ascética.
"Forja", 259
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