“Por ignorancia o soberbia” es que mucha gente no cree en Dios, asegura el cardenal de Guadalajara Juan Sandoval Íñiguez, quien ahora arremetió contra los que se dicen ateos.
En su columna “Palabra del Pastor”, publicada este domingo en el órgano informativo de la Arquidiócesis de Guadalajara Semanario, el purpurado señala lo siguiente:
“Yo que soy creyente por un favor de Dios no puedo imaginarme cómo sería la vida de quienes no creen en un momento de tranquilidad y serenidad. Aunque, claro, están tan ocupados constantemente en las cosas del mundo, en negocios o diversiones, que no les queda tiempo para reflexionar; pero, si tuviesen algún momento de calma, ¿qué significado podría representarles su existencia tan breve, fugaz, efímera, engañosa y, a la postre, tan desilusionante por la ausencia de Dios, cuando se dieran cuenta de que todo lo que fueron logrando y recogiendo en la vida, al momento de su muerte se perderá y se volverá nada”.
El purpurado señala que el movimiento de la Ilustración que floreció en Europa en los siglos XVII y XVIII influyó en el pensamiento del hombre y le hizo creer que no necesita a Dios para solucionar sus problemas, si no es mediante la ciencia y la técnica.
“Es una cuestión de vida o muerte para el hombre saber si existe Dios o no, porque en ello va su destino”, afirma.
Sandoval Iñiguez hasta se da el tiempo de categorizar a los ateos, según él existen:
- Los “tranquilos”: que no creen en Dios, pero tampoco arremeten contra él.
- Los “prácticos: quienes se dicen agnósticos, pero desconocen si hay o no un Dios, y aunque tampoco lo investigan, menos se ocupan de estudiar su existencia.
“También conocemos el ateísmo de los filósofos, quienes por razones especulativas niegan la existencia de Dios. De igual manera sabemos de los ateístas, que han vivido terriblemente un ateísmo agresivo-militante, como los seguidores del Marxismo, que además de perseguir a Dios, se fueron en contra de los que creían en su existencia”.
Parafraseando al apóstol San Pablo el purpurado sostiene que:
“son inexcusables los idólatras porque aunque no hayan tenido la revelación, sí tuvieron ante sus ojos las obras de Dios, y por ellas puede llegar el hombre razonando, hasta su hacedor”.
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